Cultura

Carta de amor a Vicky Peña

  • Puede considerarse de justicia el reconocimiento en los Max a Francesc Orella y el alma de 'En casa, en Kabul'

Lo de ponerse a ver la gala de los Premios Max de Teatro, aunque sea por televisión, siempre obliga a poner alerta las peores sospechas. La de este año se celebró el pasado lunes en Sevilla, lo que resultaba paradójico dadas las escasísimas candidaturas andaluzas que se prestaban para salir en el palmarés. De nuevo, y ya escribimos sobre esto, el trabajo escénico de Andalucía La Baja (la alusión es para quien quiera aceptarla) se vio empañado ante la poca posibilidad de hacerse con las dichosas manzanas. Los únicos representantes que podían llevarse algo, la granadina Blanca Li y el sevillano El Junco, lo hicieron de hecho, y con todos los honores: la primera por la hermosísima coreografía de Poeta en Nueva York y el segundo por su trabajo en el Romancero gitano de Cristina Hoyos. Pero, por lo demás, todo se vislumbraba igual que siempre; o más aburrido, incluso, dado que el Premio Honorífico iba a parar a manos de Víctor Ullate, genio en lo suyo pero soso en comparación con Fernando Arrabal, que lo recibió el año pasado y se vistió de Rey Mago para la ocasión, acompañado de Carmen Calvo, quien también iba disfrazada de algo. Lo de Animalario empieza a sonar a tongo, aunque habrá que ver su montaje del Marat/Sade de Peter Weiss cuando venga a Málaga (si Dios quiere) y comprobar si merece los obtenidos Max al Mejor Director (Andrés Lima), Mejor Espectáculo y Mejor Empresario.

Pero si algo de meritorio tuvo el palmarés en cuanto al sentido puro de justicia fue lo que aconteció en el apartado interpretativo. Y vale la pena (o el gozo) detenerse en el Premio a la Mejor Actriz, que recogió Vicky Peña por En casa, en Kabul (Homebody Kabul), montaje de Mario Gas a partir de la obra de Tony Kushner que pudo verse en el Teatro Cánovas de Málaga en mayo de 2007. La representación, de casi cuatro horas de duración, presenta a Peña sola en las tablas durante la primera hora y media, en un monólogo digno de pasar a la Historia del teatro español por su intensidad y la perfección con que la actriz resuelve una papeleta bien difícil: la de una mujer occidental que decide abandonar todos sus privilegios y frustraciones, familia incluida, para buscar el infierno en Afganistán. Sólo quienes tuvieron la oportunidad de ver la obra pueden comprender el alcance de un trabajo que deja muy por detrás al resto de registros interpretativos vistos en los últimos años: bastó comprobar que Belén Rueda estaba nominada en la misma categoría por Closer para que los temores se acrecentaran, ahora veremos si aquí lo que importa es el teatro u otra cosa. Afortunadamente, a alguien le invadió el Espíritu en el momento oportuno. Vicky Peña regresará al Cánovas el 3 y 4 de mayo con La perla lila, de Beckett. Allí estaremos, por supuesto. Por cierto, Gloria Muñoz, que encarnaba a una mujer afgana en Homebody Kabul en una memorable exposición de entrañas y coraje, se hizo con el Max a la Mejor Actriz de Reparto.

Grandísimo intérprete es también Francesc Orella, que mereció el Max al Mejor Actor por Un enemigo del pueblo, producción sobre la obra de Ibsen con adaptación de Juan Mayorga (también ganador del Max por su trabajo en este montaje) que tampoco, hasta el momento, ha podido verse en Málaga. La última vez que el público pudo disfrutar por aquí con la magia del intérprete catalán fue en mayo de 2006, con La tempestad de Shakespeare dirigida por Lluís Pasqual y Orella metido en la piel de Próspero. Una soberbia lección de interpretación que dejó al respetable con ganas de más (tampoco llegó a Málaga su aplaudido monólogo en La caída de Camus) y que devolvió a la escena el pulso de la sangre, el corazón y el seso, en un equilibrio asombroso de tensión y lucidez. Orella protagoniza actualmente el Tío Vania que Carles Alfaro dirige para el Centro Dramático Nacional. Ojalá caiga por estos lares.

Conclusión: lo mejor del teatro español actual se encuentra, con mucho, en sus actores. Cabría replantear la función de éstos en el devenir de las artes escénicas.

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