Cultura

Castella, monumental y señorial en Las Ventas

  • El francés, a hombros, corta dos orejas y pierde premio en su segundo toro, por la espada, en una actuación pletórica

GANADERÍA: Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales en hechuras y juego. El mejor, el tercero, bravo y noble, ovacionado en el arrastre. TOREROS: Julio Aparicio, de azabache. Estocada (silencio). En el cuarto, estocada (silencio). José Antonio 'Morante de la Puebla', de nazareno y oro. Media (silencio). En el quinto, pinchazo hondo y descabello (pitos). Sebastián Castella, de azul y oro. Estocada (dos orejas). En el sexto, pinchazo hondo y cuatro descabellos (saludos tras aviso). INCIDENCIAS: Plaza Monumental de Las Ventas. Sábado 3 de octubre de 2009. No hay billetes. Curro Molina se desmonteró tras parear al tercer toro.

El francés Sebastián Castella, en tarde otoñal y agradable, erigió un enorme castillo en Las Ventas con el mejor lote, en su actuación más redonda en la Monumental madrileña. Un castillo de su tierra, de esos que salpican la ribera del Loira. Una fortificación monumental y señorial. Un castillo de toreo vertical y macizo. Un toreo en que el espigado torero se convirtió en elevada torre inmutable, quieta, que hacía a sus toros perseguir con entrega a su muleta, convertida en bandera de victoria. El público se rindió de inmediato ante la decisión y capacidad del diestro francés.

Ventanero, un colorao de más de media tonelada, bien repartida, y de respetables pitones, sirvió en bandeja la abertura para que entrara la luz del toreo gracias a ese castillo construido por Castella y con el que ganó la Puerta Grande. El torero planteó batalla en los medios, en un excelente comienzo, con tres muletazos por la espalda, con otros con la diestra y una capeína intercalada. Con la zurda, bajo el imperio de una inquietante quietud, serie de poderosos naturales. La siguiente tanda, mandona, continuó bañada en la rima de la ligazón, con un puñado de naturales largos y bellos. Con la derecha, en un ladrillo, se gustó ya muy cerca de los pitones, en ese terreno que tanto le gusta. Impresionante la manera tan ceñida de pasarse por la espalda los pitones del toro, para que la faena no decayera cuando el animal comenzaba a perder gas. Y en el epílogo hubo pinceladas de arquitectura estética, con algún soberano pase del desprecio o alguna crujiente trincherilla. Estocada y los goznes de la Puerta Grande de la Monumental que giran. El público, que coreó la faena de principio a fin, quedó expectante para saber si volvería a llegar de nuevo el milagro del buen toreo. Y llegó... pero el torero no remató su otra obra de manera contundente con el acero.

Castella apostó con la seguridad del ganador con Ganador, un animal de pinta negra, serio, al que sometió con técnica y valor. De nuevo, el público entregado, rendido. A base de buena colocación y seguridad, consiguió dos series muy valiosas, una por cada pitón, en las que dejaba la muleta puesta para rimar, para ligar. Un circular invertido fue aclamado. La faena, que comenzó con escalofriantes estatuarios, la cerró en cercanías, con los muslos a escasos centímetros de las navajas del toro. Lo malo es que se pasó de faena (sonó un aviso cuando entraba a matar), dejó un feo pinchazo y precisó de varios descabellos. Se le esfumó el premio.

Julio Aparicio decepcionó. El comienzo ante el que abrió plaza fue desolador. Lo más significativo fue la llamativa pinta del cuvillo, bien hecho y armado. Ensabanado, mosqueado, bocinegro, botinero..., noble, pero flojo y sin clase. Aparicio pasó de comprometerse. Sin firmeza alguna y con más dudas todavía, anduvo el torero corrigiendo terrenos con el cuarto, entre las protestas del público.

Morante no se le quedó a la zaga. El de la Puebla dejó cierta constancia de su buen toreo en algunos destellos, como un par de verónicas, volando bien el capote, a media altura, o un ayudado con la zurda al comienzo de una labor en tono menor con jabonero, un Juguetón con mucha movilidad, que pedía los papeles y que en varas derribó a la cabalgadura, lanzando por los aires al piquero, Cristobal Cruz, que literalmente cayó de pie. Al quinto, de mala condición, le quitó las moscas, entre las protestas del personal.

La impresionante actuación de Sebastián Castella quedó grabada para los anales de Las Ventas. Obra maciza y señorial, evocadora de esos baluartes franceses, que llevó ayer a Madrid un galo afincado en Sevilla, en un éxito como un castillo.

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