Cultura

Cervantes, arcabucero

  • La especialista Isabel Soler recrea los años del genio en Argel en un libro que, sin apartarse de la documentación, presenta una trepidación novelesca

En septiembre de 1575, y a bordo de la galera Sol, Cervantes parte de Nápoles junto a su hermano Rodrigo, con el rumbo puesto a Barcelona. La Sol va acompañada de otras tres embarcaciones para prevenirse del corso levantino. Aun así, una mar adversa dispersará las naves, y la galera de Cervantes acabará siendo apresada, tras presentar batalla, cerca del puerto provenzal de Tres Marías, por una flotilla de piratas berberiscos. Comienza así, de manera tan infortunada y a muy pocas millas de tierra española, el célebre cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel. Un cautiverio que duraría más de cinco años, luego recordado por Cervantes en numerosas ocasiones, pero que se produce mucho antes de que aquel arcabucero, tullido "en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos", se convirtiera en el más grande novelista del siglo venidero.

Como es sabido, el pormenor de aquel presidio ha dado pie a numerosas especulaciones, no siempre afortunadas y no siempre razonables. La Información de Argel que Cervantes presenta, en octubre de 1580, ante el fraile trinitario Juan Gil, artífice de su rescate, ha servido pues para suscitar sospechas sobre la verdadera naturaleza de su estancia en Argel, así como sobre sus relaciones con el gobernador de la ciudad, Hasán Bajá Veneciano. Basándose en esta Información de Argel, escrita por Cervantes en tierra argelina (una información que consiste en un cuestionario formulado por el propio escritor a diversos testigos de su cautiverio), la profesora Isabel Soler ha urdido el libro que hoy glosamos. Un libro que, sin salirse del carácter testimonial, del sesgo administrativo de dicho documento, presenta sin embargo una trepidación novelesca. Conservando el orden de las preguntas, y resumiendo el número de las respuestas, lo que Isabel Soler nos ofrece es, por tanto, el relato de esos cinco años de prisión, narrados y corroborados por quienes fueron sus compañeros de presidio. Recordemos también que la finalidad de la Información de Argel no era otra que la de solicitar ayuda en España y ahuyentar las suspicacias que su estancia en Berbería pudiera alentar en las autoridades filipinas. Con lo cual, se comprenden tanto la obligada prolijidad del documento, necesaria para la supervivencia del repatriado, como la ligereza otorgada por la reordenación y el extracto que Soler nos presenta.

De hecho, tras su liberación, Cervantes continuaría sus servicios a la corona como espía en Orán, sin que dicha continuidad le granjeara mayor fortuna en el escalafón administrativo. Aun así, es necesario preguntarse por el hombre que se deduce de los testimonios recogidos en la Información de Argel, y que Isabel Soler expone a nuestra mirada subrayando los hechos que dieron origen a la especulación cervantina. En puridad, tales hechos se reducen a la ausencia de un castigo proporcionado, tras los cuatro intentos de fuga protagonizados por Cervantes. Conocida la crueldad de Bajá Veneciano, no deja de resultar misterioso que Cervantes librara con vida de aquellas aventuras fallidas. Esta inesperada clemencia del gobernador de Argel es atribuida, según los autores, a un comercio secreto de Cervantes, a la dignidad del preso o a su condición de intermediario con la corona española. Sea como fuere, el Cervantes que sufrió presidio en Argel es un hombre de extremo valor y de generosidad indudable. Los testimonios que acompañan su Información no sólo no dejan lugar a dudas, sino que abundan en el carácter heroico, desprendido, de constante servicio a su religión y a su patria, que ya había mostrado en la jornada de Lepanto. Con lo cual, si algo cabe extraer de estas páginas, conocidas desde antiguo, es el noble espíritu marcial y la formidable audacia que dirigieron, en aquella hora, sus acciones.

De ser ciertos los testimonios aquí extractados -y no hay razón para pensar lo contrario-, el joven Cervantes que protagonizó los episodios de Argel no era un simple soldado, llevado de la escasez a las fronteras del imperio. Hay un evidente afán de gloria, y un generoso arrojo, que lo distinguen de sus compañeros de infortunio y lo señalan como militar vocacional, como excelente hombre de armas. De qué modo aquel joven hecho al vértigo de la batalla acabó siendo el autor de El Quijote, no deja de ser un formidable enigma. Quizá ayude saber, por obras como ésta, que Miguel de Cervantes fue hombre compasivo y generoso en extremo, y que esa pródiga disposición de la propia vida es la que marchará, tiempo después, la lanza en astillero, adarga antigua, por las soledades y oteros de La Mancha.

Miguel de Cervantes: los años de Argel

Isabel Soler. Acantilado. Barcelona, 2016. 128 páginas. 11 euros

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