Cultura

Coixet lleva a la Berlinale el regusto amargo de la crisis

  • La directora presenta fuera de concurso su último trabajo, el drama 'Ayer no termina nunca'

La Berlinale cerra ayer su cuarta jornada con el regusto amargo de la crisis española de la mano de Isabel Coixet y su Ayer no termina nunca, la historia de una pareja que se reencuentra tras haberse perdido "el uno al otro" y también cada uno "a sí mismo". La cinta, estreno mundial fuera de concurso en la sección Panorama Special, se desarrolla en el cementerio de Igualada (Barcelona). Obra de los arquitectos Enric Miralles y Carme Pinós, el lugar es "como una estación de autobuses entre la vida y la muerte", según la directora.

"Es una historia de amor de una pareja que se ha querido muchísimo y que en ese momento en el que se miraron, en el que sus caminos se cruzaron en la vida, supuso un momento definitivo y sobrepasa incluso a la tragedia que han vivido", explicó sobre su último trabajo. La película se desarrolla en el futuro no muy lejano de 2017, porque, según Coixet, "ese pequeño salto al futuro" permite "una cierta distancia para medir las consecuencias", devastadoras en el filme, de lo que se está viviendo actualmente en España.

"Me encantaría equivocarme, me encantaría que las cosas que se apuntan en la película no sucedieran, que todo cambiara para bien, que esa regeneración moral ocurriera, pero tal como están las cosas no veo que vaya a ocurrir", dijo. "Tuvimos 40 años de dictadura, hubo una transición, una democracia, tendremos que reinventar otra en la que no haya tantos cortijos, donde el bien común vuelva a ser el objetivo". Aunque durante mucho tiempo huyó de "una realidad concreta" y "de abordar temas clave en la realidad española", esta vez, aseguró, fue para ella "ineludible" e "inevitable" porque "no hay manera de escapar, como cineasta, como espectador, como ciudadano y como cajera del Día" del contexto actual.

Para Candela Peña, protagonista femenina de Ayer no termina nunca, resulta "agotador" hablar de la crisis. "Pero la película para mí va de otra cosa", puntualizó la actriz, que considera que "el encuadre [de la película] es el que es" porque sucede en un cementerio, pero la historia habla de "cómo se enfrenta uno a la misma cosa: este vaso está medio lleno para mí y medio vacío para otro". Según Coixet, a pesar de desarrollarse "en el marco de la crisis", es "una historia de una pareja y de cómo se enfrenta a una tragedia y de cómo hombres y mujeres ven las cosas de una manera totalmente diferente".

Peña aceptó el papel antes incluso de leer el guión porque tenía "muchísimas ganas de trabajar con Isabel". "Lo tenía tan claro que cuando escribí el guión puse J, y era Javier [Cámara, el protagonista masculino], y puse C, y era Candela", aseguró Coixet, para quien ambos "están allí, en el Olimpo, con los mejores actores del mundo". Cámara confesó haberse "sobrecogido mucho" tras leer las primeras 25 páginas, que fueron para él "una especie de catarsis". "La única vez que he visto la película he sentido mucho pudor, hay muchos momentos donde me desnudo", dijo. Explicó que Coixet los llamó y les dijo que tenía "una historia urgente y necesaria" que quería "contar ya". "Su pulsión partía y surgía de algo tan íntimo, que no dudamos. Pero toda esa intimidad nos hizo poner a los tres muchas cosas encima de la mesa", agregó. Tanto, que aunque sea "una palabra horrible", apostilló Peña, fue "como un vómito conjunto".

Rostro habitual del festival, Coixet ha competido dos veces allí con Mi vida sin mí (2003) y Elegy (2008), y fuera de concurso presentó Cosas que nunca te dije (1996) y Escuchando al juez Garzón (2011). Estar de nuevo en la Berlinale, dijo la directora, es como estar "casi empezando de nuevo" y "casi una deuda moral", pues fue el responsable de la sección Panorama, Wieland Speck, quien apostó en 1996 por Cosas que nunca te dije "cuando nadie más lo hacía". "Vuelve a ser -dijo- una prueba de fuego, y aquí estamos".

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