Cultura

Cómplices y amigos celebran el magisterio de Manuel Alcántara

  • El escritor fue objeto ayer de un homenaje en el décimo aniversario de su Fundación

De izquierda a derecha: Pedraza, León Gross, Moreno Peralta, Montero, Alcántara y Camacho, ayer, ante el Ayuntamiento.

De izquierda a derecha: Pedraza, León Gross, Moreno Peralta, Montero, Alcántara y Camacho, ayer, ante el Ayuntamiento. / javier albiñana

Decía Hemingway aquello de que un hombre necesita dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. Pero ni siquiera la llegada a los noventa garantiza a los mortales el dominio de la oportunidad y la claridad a la hora de decir y de cerrar la boca. Por eso, fueron cómplices y amigos quienes rindieron ayer tributo al articulista y poeta malagueño Manuel Alcántara, en cuya obra quedó reconocido el magisterio (nada más, nada menos) de la palabra exacta. El encuentro tuvo lugar en el Ayuntamiento, a modo de apertura del ciclo de actividades con el que la Fundación Manuel Alcántara celebra su décimo aniversario y que concluirá en enero con el nonagésimo cumpleaños del escritor y periodista. En un Salón de los Espejos atestado, Alcántara ocupó con su discreción de ave solitaria un puesto de la primera fila, entre el público, para escuchar lo que tuvieran que decirle el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el director de la Fundación, Antonio Pedraza; el arquitecto Salvador Moreno Peralta; los periodistas Teodoro León Gross e Ignacio Camacho; y la periodista y escritora Rosa Montero, todos cómplices, compañeros y comulgantes.

Se refirió Moreno Peralta a Alcántara como una "despensa de vida: le basta lo mucho vivido, bebido, leído y viajado para saberlo todo. Todo en Manolo es un apremio a recuperar esa vida que se nos quiere arrebatar". Ignacio Camacho otorgó a Alcántara el título de "hermano mayor de la Archicofradía de la Sagrada Columna" y apuntó tres motivos para admirar al autor: la continuidad, "que no depende tanto de la longevidad sino de la disciplina y el esfuerzo. Un columnista es una cadencia y Manolo es imbatible en la persistencia, quizá sea el único que escribe todos los días del año en España"; la pureza del lenguaje, que hace de Alcántara un articulista "culto sin afectación, inteligente sin pedantería: en él la persuasión es una seducción, con una prosa muy difícil de imitar"; y la compasión, "el humanismo, la serenidad. Alcántara es un estoico que ejerce de ensayista urgente. La ironía es en su trabajo una forma sutil de la piedad".

Rosa Montero evocó el tiempo en que conoció a Alcántara en la redacción de Arriba, en los 70: "En aquellos años bárbaros encontrabas esa ventana de cultura humanista que era Alcántara. Entonces creías que el periodismo podía ser un lugar de dignidad y de ambición, la ambición de hacer una obra literaria. El periodismo es para mí literatura, y Alcántara ha construido una casa literaria desde la que habita el mundo". Teodoro León Gross subrayó por su parte el cariz epicúreo de Alcántara, "su impavidez ante el azar, la aceptación extraordinaria de su destino", y añadió: "He visto a Alcántara hacer la vida que muchas décadas antes había elegido hacer. Y he tenido el lujo de ver cómo el tiempo ha puesto en su sitio a uno de los más grandes".

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