Basta que suene la música adecuada y la bailarina, coreógrafa y directora Nieves Rosales se convierta en La Niña, la protagonista absoluta del Retablo incompleto de la pureza. Acompañamos a la artista malagueña en un ensayo en el Conservatorio Superior de Danza, donde es profesora; y sin necesidad de iluminación, escenografía ni vestuario, la magia acontece ante el enorme espejo a poco que Rosales trace con sus movimientos la dramaturgia precisa para encarnar a la criatura. Fue en noviembre de 2014 cuando la compañía de Rosales, Silencio Danza, estrenó en la Sala Gades el Retablo, montaje armado a partir de la obra del mismo título de Raúl Cortés. Desde entonces han pasado muchas cosas: una abultada gira por España, la conquista del público y la crítica, el reconocimiento de la intérprete y creadora como uno de los valores más firmes de la danza en el país (y, a la vez, de los que más cabe esperar en el futuro) y la apertura de nuevas puertas para el encuentro entre el flamenco y la danza contemporánea. En estas dos temporadas, Rosales ha defendido el Retablo desde el más feroz margen independiente pero empeñada al mismo tiempo en ganar a un público más amplio para la causa que entraña su oficio, convencida de que es posible tocar el corazón de quien considera la danza un asunto ajeno. Y el tiempo le ha dado la razón. Ahora, el próximo domingo 13 a las 19:00, Silencio Danza ofrecerá en La Cochera Cabaret la última función en Málaga de este trabajo, que merece sin reservas la consideración de emblemático. Habrá después, entre abril y mayo, más representaciones en Cádiz, Córdoba y la provincia de Sevilla. Pero los paisanos de Rosales que aún no hayan disfrutado de este espectáculo y quieran quitarse la espinita sin hacer quilómetros tienen su última carta a la vista. Mientras tanto, en la cabeza de la artista bullen ideas para su siguiente proyecto; La Niña, no obstante, aún reclama su atención con igual espíritu.

En un descanso del ensayo, mecida por las partituras de Fauré, Vivaldi, Falla y Bach que sirven de paisaje emocional y sonoro al Retablo, Rosales admite el crecimiento que ha experimentado Silencio Danza de la mano de esta obra: "Hemos actuado en sitios a los que ya habíamos llevado el espectáculo anterior, No es la lluvia, es el viento; pero también hemos llegado a otros nuevos con los que además hemos alcanzado una conexión muy positiva que esperamos mantener para otros trabajos, como la sala La Puerta Estrecha de Madrid. Hemos creado vínculos interesantes con públicos y programadores que han acogido muy bien nuestra propuesta. El Retablo ha gustado mucho y los frutos han sido generosos". A nivel artístico, el balance no es menos satisfactorio: "En lo interpretativo ha significado todo un reto. El personaje de La Niña, que vive encerrada, está construido muy hacia dentro, con mucha hondura, y eso me ha obligado a verme desde fuera. Ha sido justo el camino contrario de No es la lluvia, es el viento, donde mi personaje estaba muy arriba, y a la vez una continuación de todo lo que habíamos conseguido allí. A la hora de diseñar las coreografías también he podido aprender mucho. La Chacona de Bach, por ejemplo, entrañó un desafío mayúsculo. Desde el principio supe que si llegaba a hacer lo que mi intuición pedía con esta música llegaría a crecer como coreógrafa, y así fue, después de muchos días de ensayo en los que no veía nada claro".

Pero donde más ha contribuido el Retablo no sólo a la consolidación de Silencio Danza, sino a la danza española del presente, es al desarrollo de la dramaturgia como elemento clave asociado al movimiento tanto como a la palabra: "Con este proyecto hemos podido desarrollar una verdadera escritura del cuerpo, una construcción corporal real del personaje. Es algo en que lo que seguiremos investigando, sin duda". Por ahora, La Niña se dispone a bailar. Otra vez. Como si fuera la última.