literatura

Crónica sin piedad de un presente imperfecto

  • Rafael Reig exhibe su ilimitada capacidad sarcástica y expresionista en su nueva obra, 'Todo está perdonado'

El exceso, la imaginación, el sarcasmo y la crítica afilada son rasgos característicos de la escritura de Rafael Reig, quien los lleva a su máxima expresión en Todo está perdonado. Se trata de una novela compleja, barroca, imaginativa, que fabula un presente alternativo al real -sólo en la superficie; no tanto en el fondo- en un Madrid de irreconocible fisionomía pero familiar a los lectores de Reig: la Castellana ha sido convertida en un gran canal que acentúa la división social y las tribus urbanas han sido sustituidas por grupos heréticos. De la perspectiva que concede la cúspide social disfrutan clanes como el de los Gamazo, cuya historia familiar se va desmenuzando poco a poco. La trama propiamente dicha comienza cuando la última descendiente de la familia entra a formar parte de una cadena de asesinatos a causa de la adulteración de las hostias consagradas que fabrica y comercializa su padre. Son los Gamazo uno de aquellos clanes para quienes la II Restauración Borbónica y la Inmaculada Transición -son sintagmas empleados por el narrador- significaron la consolidación de su posición de poder alcanzada al amparo de la doctrina y la ideología del franquismo. La investigación que emprende Carlos Clot por los sumideros de este mundo social y las rememoraciones que hace el narrador, un viejo inspector, por el pasado de la familia Gamazo abren la novela a trascender los moldes del género negro y la ciencia ficción, que quedan en algunos motivos y clichés reconocibles, para orientar el ojo crítico del lector hacia las particulares características de la falsa ruptura del régimen democrático español con el periodo que le precedió.

Reig propone al lector numerosos juegos de espejos que le sirven para mostrar la reiteración histórica: las emociones escapistas que vivió la sociedad cuando España ganó la Eurocopa en 1964 son similares a las vividas en 2008; la restauración borbónica de 1975 no fue muy diferente de la de un siglo antes; la ideología profunda de los jóvenes que provocaron leves altercados allá por 1956 escondían una catadura igual a la de sus padres, oligarcas bien colocados bajo la sombra del dictador, etcétera. Una novela tan compleja y con tantos frentes abiertos tiene aristas que no están suficientemente pulidas en forma de tramas y personajes que quedan sin justificar plenamente.

Pero todo ello queda en un segundo plano ante la ilimitada capacidad sarcástica y expresionista de Reig, capaz de desnudar la realidad enfrentándose sin miedos a verdades históricas inconcusas convertidas en falsarios clichés. Su escritura es ácida e inconformista -lo cual a menudo da la medida de un buen novelista- ante dogmas y creencias: la transición y sus santones figuran entre el objeto predilecto de su crítica. Su ingenio es siempre capaz de encontrar el adjetivo, la metáfora o la comparación más estridente y al mismo tiempo más lacerante. En este sentido hay imágenes y páginas de un conceptismo verbal de altísima categoría.

De la misma manera que algunos personajes no terminan de encajar, Reig echa el resto en la caracterización de otros, como los protagonistas Carlos Clot y Rosario Villanueva. Pero tal vez lo mejor, la fachada más valiente y necesaria de la novela es su cariz político, que puede resumirse acudiendo a su título: todo debe ser perdonado es el imperativo que se impuso como condición para conseguir que quienes ganaron la guerra ganasen también la paz.

Y para mostrarlo, Reig no ha ocultado ningún nombre, ninguna falta y, por qué no decirlo, no ha recurrido a mistificaciones ni a medias verdades. Es tan brutalmente sincero y demuestra tal capacidad para poner el dedo en la llaga que, si la literatura valiera para remover conciencias amplias de la sociedad, Todo está perdonado abriría alguna que otra quiebra en las superestructuras que nos reflejan.

Rafael Reig. Editorial Tusquets, Barcelona, 2011. 368 páginas, 19 euros.

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