Cultura

Doñana Park

Apuesta andaluza para penetrar en el mercado de la animación internacional, El lince perdido viene avalada por los dineros (y cierto espíritu propagandístico) de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, el apoyo de la productora de Antonio Banderas y el trabajo técnico de experimentados profesionales del género como Manuel García, cuya firma aparece en los créditos de El rey león, Aladdin o El jorobado de Notre Dame, y Raúl Sicilia, responsable del corto para PlayStation Estrecho adventure.

Ambientada en los paisajes naturales (digitalizados) de Andalucía, y con base operativa en el Coto de Doñana, la película despliega las habituales aventuras ecológicas de un grupo de animales antropomorfizados y autoconscientes comandados por un lince en vías de extinción que emprende una particular batalla por liberarse de los cazadores furtivos y reivindicar así la preservación de su especie y las de sus colegas bajo la tutela de las instituciones medioambientales.

A su lado, un camaleón con problemas de transformismo, una cabra locuela, una lincesa coqueta, un topo patoso y un halcón recorren la región desde las playas de Bolonia a las estribaciones de Sierra Morena, todo sea por hacer un canto a la diversidad y la riqueza de nuestros espacios naturales, su fauna y su flora.

Con una animación más que digna a la que tal vez podríamos poner el pero de cierta rigidez expresiva en los rostros de los personajes y un elenco de voces demasiado profesional, atenta siempre al contrapunto cómico de todos sus secundarios, El lince perdido consigue integrar las obligaciones para con la financiación oficial y su historia de aventuras con bastante desparpajo, por más que su sentido del humor se quede a veces en un terreno de nadie entre el público más menudo y los acompañantes adultos, a los que se guiña un ojo cómplice con un homenaje a la famosa escena del águila y la cabra de El hombre y la Tierra.

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