firmado: mister j.

Ficción acelerada

  • En 'Némesis', obra moderna y excitante, Mark Millar escribe como si el apocalipsis esperase a la vuelta de la esquina

En el arte de hacer más con menos, Mark Millar es un maestro. Y no se piensen que lo digo necesariamente como reproche, sino como mera denotación del patente minimalismo argumental del autor de Wanted o Kick-Ass. Bien es cierto que la obra del escocés nunca ha sido particularmente densa, pero es que con el paso de los años sus historias han abandonado cualquier atisbo de sutilezas narrativas tales como las motivaciones de los personajes, las tramas secundarias o las descripciones. No quiere Millar nada que entorpezca lo principal, que no es sino la propia acción de unos tebeos, positivamente, de acción.

Pienso que esta manera de narrar, de mínimo argumento, se sostiene en el bagaje del lector espectador, el cual dispone de abundantes referentes en su imaginario que acuden de inmediato a la mente y completan la narración. Los tipos y estereotipos de la cultura popular funcionan como atajos que lo habilitan a uno para comprender todo lo que la historia no cuenta, porque se da por sobreentendido. Así, por ejemplo, basta que la publicidad de Némesis nos diga que el protagonista es el villano que resultaría de la unión del Joker y Batman en un solo personaje, para que nosotros llenemos los huecos en un pispás. En nuestra mente se genera la imagen de un asesino psicópata, cínico y con la inteligencia de un superdotado, indiferente al dolor, la compasión o cualquier otro sentimiento humano, pero también la de un multimillonario poseedor de mil y un gadgets tecnológicos, con un pasado de superación personal, de entrenamiento en artes marciales y todo tipo de técnicas de combate, que ha acabado modelándose a sí mismo, movido por el dolor de alguna pérdida personal, en una perfecta máquina física y mental.

Habida cuenta de lo anterior, Millar apenas necesita dos viñetas para contar, en texto de apoyo, el origen de Némesis, lo que le ahorra narrativamente todo un acto y le permite dedicar más páginas a la puesta en escena de la violencia, al divertimento en sí. Y claro que el resultado es moderno y excitante, escrito como está para desplegarse con vértigo ante la mirada. Otra cosa es que resulte persistente, que permanezca en la retina más allá del visionado primero, aunque, a decir verdad, da la impresión de que todo lo de Millar está escrito como si el apocalipsis esperase a la vuelta de la esquina, sin voluntad de perdurar. También en esto es muy de hoy, y coherente con la propia forma de expresión usada, pues la historia del cómic está jalonada de obras de usar y tirar.

Pero no sólo en el juego de referencias está la clave del estilo de Millar. Su trabajo, plagado de tiros, hostias y violencia que se pretende subversiva -sin serlo verdaderamente-, es muy esteticista, y buena parte del éxito se debe a los artistas con los que trabaja. En el caso de Némesis, el dibujante vuelve a ser un soberbio Steve McNiven, con quien ya colaboró en las Civil Wars y que aquí, como si de un shonen se tratase, hace continuo uso de las líneas cinéticas, así como de viñetas horizontales que abarcan la página de margen a margen, simulando los planos cinematográficos, y aceleran el ritmo de la historia.

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