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Cultura

Gran pop desde Granada

  • Lori Meyers se salen de la sombra de Los Planetas con 'Cronolánea', un tercer disco muy notable

Desde que en 2004 se dieran a conocer con Viaje de estudios (Houston Party), uno de los debuts más refrescantes de esta década, los granadinos Lori Meyers llevan una carrera ascendente y accidentada -su segundo álbum, Hostal Pimodán (2005), se publicó dos veces-. Pese a sus buenas canciones, como la tan aplaudida Tokio ya no nos quiere, la sombra de Los Planetas siempre planeaba sobre ellos. Con Cronolánea (Universal, 2008) han guardado en un cajón ese lastre. Este tercer disco es el primer gran paso de su propio camino.

Un mundo por delante es lo que les espera a Lori Meyers; por cierto, ese tema tan Brincos -la otra influencia oficial- es uno de los más directos y sencillos de un álbum que juega en las grandes ligas del pop. Lori Meyers quiere comerse el mundo al viejo estilo, desde una multinacional y con un productor extranjero -Alain Milhaud está retirado, así que se ocupan Ken Coomer y Charlie Brocco-. Aunque registradas en Granada, las canciones de Cronolánea no suenan a la típica producción de aquí. Y la clave de Cronolánea, no podía ser de otro modo, está en las canciones. Son muchas, trece, y buenas. No hay relleno en estos 50 minutos de pop.

Con las señas de identidad intactas, como las influencias sesenteras -Brincos, Íberos, o Pekenikes, por ejemplo- o esas portadas pop de Vanesa Zafra, Lori Meyers siguen fieles a sí mismos pero aún más certeros con el punto de mira: esas cuerdas en el comienzo de Intromisión seguidas de una brutal explosión rítmica. Hay mucha intención en cada segundo de este disco.

Muchos estribillos se van sucediendo, arropados por arreglos y coros muy cuidados. Esto es pop, del de toda la vida, que logra evitar el olor a la naftalina de lo retro porque las composiciones se notan escritas con convicción.

¿Darán un salto de nivel comercial? Si lo logran, ojalá por ellos, lo habrán hecho con su mejor disco, una obra sencilla que se aleja de la humildad e indolencia indie sin abandonarse y sin travestirse. Canciones como Sin compasión, Alta fidelidad o Luces de neón reclaman que sean radiadas hasta que las odiemos, porque son tan radio friendly que asustan.

Si Los Planetas se salvaron el pasado año de la quema, la que merecían por horrores como Encuentro con entidades, y se sacaron de la manga su mejor obra psicodélica, Lori Meyers demuestran con Cronolánea que lo suyo es dar algún día con un grandísimo disco de pop. Veremos si sus cuarto disco lo es, mientras tanto éste se acerca. Quizá, cuando de tanto escucharlo creamos que esto es el disco perdido de Los Brincos, veamos que es muy grande.

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