Gemma Cuervo. Actriz

"Hoy el talento tiene que humillarse a pedir dinero en lugar de tenerlo ya"

  • La intérprete llega este fin de semana al Cervantes en la piel de 'La Celestina', "una maga de la palabra", opina

Apenas veinte minutos de conversación con ella y La Celestina hace acto de presencia. Cuando Gemma Cuervo (Barcelona, 1936) alza la voz para poner letras mayúsculas al teatro, el interlocutor debe guardar silencio. Cincuenta años de trayectoria -muchos de ellos junto a Fernando Guillén- han elevado a este ejemplo de contundencia interpretativa al trono donde se sientan unos pocos privilegiados. Aquellos que han hecho de la tradición teatral un medio de comunicación, convirtiendo a Calderón de la Barca, Oscar Wilde o Shakespeare en portavoces de un mismo ser humano. Este fin de semana (3 y 4) la actriz llega al Cervantes con un regalo de Fernando de Rojas, La Celestina, "un tratado de filosofía y de humanidades", sentencia al otro lado del teléfono.

-¿Qué tiene esta Celestina que no tengan las anteriores?

-Creo que la hemos completado, hemos aportado ese pedazo de Celestina que faltaba. Por lo menos así lo hemos oído en críticas de personas bastante cualificadas (risas).

-¿Deja de ser ese personaje oscuro y manipulador?

-Es más por la alegría que se le da al personaje, la humanidad cuando pasa por los trances tan rigurosos, o esa fortaleza cuando van a matarla por avaricia. Esa vieja rastrera rústica adquiere aquí el matiz de una maestra de la palabra, que va cambiando de actitud según donde esté. Se manifiesta a la altura de la persona con la que tiene que hablar, para obtener de ella lo que quiera.

-El verbo como arma de seducción...

- Es una versión muy enriquecida porque ella habla en boca de filósofos. Es una persona muy humilde que va subiendo de posición social a medida que va ejerciendo sus múltiples facetas. Se convierte en una maga de la palabra.

-Dice Eduardo Galán -responsable de la adaptación- que se ve perfectamente la lucha de clases y que tiene su reflejo en la actualidad, ¿dónde le resulta más evidente?

-No hay más que ver la diferenciación económica tan lacerante que sigue habiendo. Pleberio, el padre de Melibea cuando llora porque ha muerto la hija dice "¿para qué quiero vivir, por qué he hecho yo esto, para quién?". Lo único que le duele es haber perdido la vida haciendo negocios. A gran escala se puede ver en esos países con hambruna -mientras nosotros comemos muy bien-. Y de ahí para abajo.

-¿Percibe también diferencias de clases en la cultura nacional?

-Lo que tiene el mundo de la cultura es que fluctúa más que otros. Aquí no se tiene la conciencia de su necesidad para el desarrollo del intelecto y de la sociedad como se tiene en Alemania, Francia o Inglaterra. Siempre se ha recortado más en el teatro y en el cine. Y luego quieren compararnos con América, ¿a dónde van? Ellos tiene una industria potentísima y la nuestra es una industria de "¡Por Dios, dejadme hacer esto!" .

-¿Es todo cuestión de dinero?

-No. La cuestión es que el talento tiene que humillarse a pedir dinero en lugar de tenerlo ya dispuesto y que sea una de las cosas más brillantes que se pueden tener, un espejo para ser mejor, ese boomerang que regrese a ti de una manera portentosa para que puedas crecer.

-Una especie de desprecio a la cultura como motor de vida...

-Yo diría que incluso un temor al mundo del pensamiento. Ahora tenemos ejemplos muy fuertes con Internet y las redes sociales.

-¿Miedo a que el teatro vuelva a despertar conciencias?

-No es solo despertador de conciencias, es premonitorio, es también un flashback de lo ocurrido, y es el dominio del ser humano, sus circunstancias y sus consecuencias.

-¿Se siente una privilegiada al estar dentro de él?

-No, no. Yo soy solo una corredora de fondo, incansable (risas).

-Usted fue protagonista de la digna presencia del teatro en programas radiofónicos y televisivos. Imposible imaginarlo hoy...

-No, qué va. Aquel era un momento muy específico en el que empezaba a emerger la televisión y la gente no tenía muchas diversiones alrededor. Fernando Guillén y yo llegamos a ser muy famosos como pareja, nos llamaban los Burton españoles (risas). Cola Cao nos contrató durante cinco años para una campaña y ese dinero lo invertimos en una compañía propia de teatro. Al final de la campaña nos dieron a elegir dos textos para interpretar. Elegimos Los Miserables y Resurrección y ¡hasta firmamos cinco mil ejemplares para regalarlos a los oyentes!

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