Arte

Humor y profundidad

  • La ironía y la paradoja frente a los cambios sociales y culturales se revelan como lugares comunes en la nueva edición del Certamen Andaluz de Artes Plásticas

El humor, la ironía y la paradoja son, en ocasiones, armas con las que rebajar la contundencia de las reflexiones en torno a situaciones que se viven o el cuestionamiento crítico acerca de problemáticas sociales y el entorno, no así el calado y oportunidad de las mismas que, en muchos casos, pueden acrecentarse al revestir de disimulada ligereza y desenfado cuestiones gruesas. Incluso puede que cuanto menos grave y solemne sea la manera de expresar esas reflexiones mayor eficiencia se logre en la conexión con los receptores, aunque también se corra el riesgo de que se ensimismen en el guiño o el gag. Tales recursos (ironía y humor) pudieran ser estrategias idóneas para nuestro tiempo -no sé si balsámicas, revulsivas o ambas cosas a la vez-, época de constante inflación y vapuleo mediático que hace que nos convirtamos -tal vez por propia salud mental y anímica o por la saturación que sufrimos- en seres inmunizados que, sin más, consumen imágenes-opiniones de modo presto y no las experimentan. Josep Renau, siguiendo a Louis Aragon, afirmaba que si el puñal se tiñe de vibrantes colores penetra más y mejor por el nervio óptico, haciendo más permeables y afines a los receptores.

Todo esto viene a resultas de pulsar algunas de las claves del anual Certamen Andaluz de Artes Plásticas, uno de los privilegiados escaparates de la creación artística andaluza joven. Y es que, en esta edición, se percibe que buena parte de los autores se decantan por una interpelación a aspectos de la vida cotidiana, las relaciones personales, así como a cuestiones candentes y emergentes a las que nos enfrentamos merced a los nuevos intercambios culturales que impone nuestro fluctuante modelo de sociedad. Tal vez, por lo general, no se enfrenten a discursos planetarios y políticos -se agradece evitar demagogias y reiteraciones estériles-, pero sí se involucran en ámbitos cercanos y cotidianos -micro-relatos que no eluden macro-relatos- y, en cualquier caso, ensayan un retrato de nosotros, ya sea de nuestras actuales contingencias -el sujeto contemporáneo- como de la condición humana. Pero he aquí que muchos de estos jóvenes andaluces lo hacen con humor e ironía. Cabría preguntarse si éstos no son más que modos de afrontar la creación deudores de un modo ser y estar que nos define.

Así, en esta amplia línea de actuación, y bajo disciplinas y soluciones muy diversas, se hallan la lúcida indagación en la arqueología de la tecnología a través de los diskettes cual pixel y con forma de revólver -tal vez nada gratuita como en Marina R. Vargas- de Cyro García; los estereotipos sociales en función a la alimentación de Adán Rosano; la crítica a los roles sexistas en los desternillantes mundos de las hacendosas ratas-macho de Francisco Buenavida; la fotografía escenificada, narrativa y secuencial de Mariella van der Rijst que revisita la máscara y la fábula -novedosa en su reformulación y en la determinante presencia de lo verbal- para subvertir la moraleja y configurarlas en sentencias y codificaciones de los hábitos de vida actual; la hábil mirada de Moreno Carretero a ámbitos que simbolizan parte de nuestro ocio y desvelos (como el fútbol) trasvasados, fiel a su obra anterior, a objetos cotidianos y vulgares; la cita a la secular dialéctica ciudad/naturaleza que de un modo irónico y caustico nos trae Ramón David Morales; o el singular proyecto que presenta Laurita Siles -uno de los más interesantes-, en el que la artista indaga en la identidad en función del folklore como rasgo distintivo y en el escenario de la multiculturalidad, cercano al trabajo de la nipona afincada en España Kaoru Katayama aunque de un modo más lúdico, multidisciplinar y con una vis performativa y un prurito auto-representacional inéditos en aquélla. El título de su videocreación, El primer emperador bailando sevillanas al txistu, ilustraría algunas claves de su proyecto.

Todo lo anterior no implica que entre los seleccionados hallemos propuestas que, escapando del humor, la ironía y las problemáticas y debates sociales actuales, aborden cuestiones de diversa índole, desde algunas de gran esteticismo -aunque vacuo- a otras con un eco profundo rayano en lo existencial y espiritual que han venido caracterizando la tradición artística andaluza. Destaco el hastío del trasiego del día a día que refleja Alba Blanco en su particular modo de ordenar el tiempo; también el tiempo, inasible e imperceptible en su discurrir, lo trata de documentar y apresar Clara González en un proyecto de gran peso conceptual -otro de los más interesantes-; las relaciones perceptivas y cuasi-espirituales entre el individuo y el espacio para el abandono y la disolución de Javier Roz; los paisajes deleitantes de Mark Ryan, enunciación de nociones surrealistas como la de lo siniestro, lo extraordinario y lo fantástico; el poético, fisiológico e híbrido jardín de papel de Javier León, deudor de lo japonés y próximo a David Escalona; o la fotografía escenificada de Fernando Bayona, que sigue tomando la iconografía cristiana aunque con una densa y densificada puesta en escena que hace desterrar el impacto de obras anteriores.

Rectorado de la Universidad de Málaga Avda. de Cervantes, 2 Hasta el 16 de enero

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