Literatura

Irene Vallejo: “Los clásicos merecen un respeto; perdurar en este mundo es muy difícil”

  • La escritora presentó este jueves su libro ‘El infinito en un junco’ en el Mupam, dentro de los actos de la Fundación Rafael Pérez Estrada

Irene Vallejo, este jueves, en el Museo del Patrimonio Municipal.

Irene Vallejo, este jueves, en el Museo del Patrimonio Municipal. / Javier Albiñana (Málaga)

En el mejor de los mundos posibles, con permiso de Leibniz, un ensayo como El infinito en un junco, que a lo largo de sus más de cuatrocientas páginas indaga en todo lo relativo a la invención del libro como vehículo cultural en el mundo antiguo, especialmente en Grecia y Roma, se dispondría a lanzar su octava edición apenas salida a la calle la séptima. He aquí, sin embargo, que Leibniz tenía razón: el libro de la escritora zaragozana Irene Vallejo, publicado el año pasado por la editorial Siruela y presente desde entonces en todos los rankings tanto de ventas como de recomendaciones expertas, se encuentra justo en esa tesitura. De manera que lo que este volumen encierra es ya, por derecho, un verdadero milagro de la edición española, saludado por popes como Mario Vargas Llosa y Alberto Manguel y revelador del poder del boca a oreja a la hora de consagrar para la posteridad una obra literaria con, a priori, pocas perspectivas de longevidad según el escrúpulo comercial de turno. Después de la reciente presentación en la librería Áncora, Vallejo regresó este jueves a Málaga con El infinito en un junco bajo el brazo para compartir sus claves ante los lectores; lo hizo en el Museo del Patrimonio Municipal (Mupam), dentro del programa de actos de la Fundación Rafael Pérez Estrada, ante un público nutrido y entregado.

El infinito en un junco es, como explicó Vallejo, un ensayo “en la acepción más fiel del término, en el sentido de prueba, de tentativa, a la manera de Montaigne”. La autora relata todo lo relativo a la evolución de los libros desde los antiguos papiros hasta los códices medievales, pasando por la fundación de la Biblioteca de Alejandría y el apogeo de los grandes autores latinos, como Ovidio y Virgilio. Pero para ello se vale de relatos insertados como pequeñas novelas, así como de trazos autobiográficos y semblanzas en las que no duda en introducir referencias (especialmente audiovisuales) a la cultura contemporánea: “En España predomina el ensayo académico, pero me interesaba escribir algo más digresivo. Cuando lees a Montaigne tienes la impresión de que te está diciendo el texto al oído, de que te acompaña, y quería de alguna manera llegar a eso. De todas formas, yo he escrito un ensayo sobre la actualidad, sobre el mundo contemporáneo, sólo que visto desde atrás”. En este sentido, por ejemplo, reivindicó Vallejo a Herodoto como “un modelo para el contexto actual. Tenía un temperamento especial: en un mundo polarizado, era capaz de mirar al extranjero con un respeto absoluto. De hecho, incluía en ese respeto a los persas, enemigos de los griegos”.

"Yo he escrito un ensayo sobre la actualidad, sobre el mundo de hoy, sólo que visto desde atrás"

Entre otras muchas cosas, El infinito en un junco es también una defensa radical del libro de papel: “Los expertos vaticinaban hace unos años que en el 2020 las ventas de los libros electrónicos superarían a los de papel. Ahora ya sabemos que este tipo de mensajes no son más que estrategias comerciales, pero cuando son referentes intelectuales los que te los sueltan llegas a preocuparte. Por eso concebí este libro como un ejercicio de resistencia y de rebeldía. Lo cierto es que hoy día se publican más libros en papel que nunca. Por mucho que se apresuraran a emitir el certificado de defunción, el libro tiene por delante una larga vida”, apuntó este jueves la autora, antes de añadir: “¿Por qué hay que plantearse la idoneidad del libro? La rueda es también un invento muy antiguo y a nadie en su sano juicio se le ocurriría jubilarla. ¿Por qué con el libro sí?”. Defensora a ultranza de la presencia del latín y el griego en el curriculum educativo, Vallejo no dudó en recomendar la lectura de los clásicos, también, por un mero placer estético: “En este mundo, durar es muy difícil. Los clásicos han durado más que nadie, así que merecen un respeto”. El gusto será, seguro, nuestro.

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