Cultura

Juan Gaitán invita a un juego de espejos narrativo en 'Wolframio'

  • El escritor presenta su nueva novela, que publica El Toro Celeste, mañana en el Ateneo

Desde que a cierto rabino le dio por escribir el Génesis, y por más teoría que se haya publicado al respecto, los procesos que llevan a un escritor a alumbrar un personaje son, en su mayoría un misterio. ¿Cuánto pone el autor en sus ficticias criaturas de sí mismo, cuánto de otros, cuánto de todo el mundo? Cervantes abrió cierta caja de los truenos al darle la vuelta a la tortilla a base de bien en el Quijote; tanto, que ya no es extraño, a estas alturas, y Borges mediante, considerar que son los personajes los que traen al mundo a un determinado escritor. De todo esto, pero de manera harto singular, trata la nueva novela del escritor y periodista Juan Gaitán (Málaga, 1966), Wolframio, que publica El Toro Celeste y que su autor presentará, en compañía de Guillermo Busutil, mañana jueves a las 20:00 en el Ateneo (olviden el fútbol: esto sí constituye un plan interesante). Su título y su argumento dan pistas sobre una posible querencia experimental, pero si el wolframio tiene el punto de fusión más elevado de todos los metales, aquí también hay dos elementos antagónicos que andan entre ser el mismo y no serlo. Quién sabe.

Gaitán empezó a escribir Wolframio hace poco más de una década, justo después de publicar su anterior novela, Donde las nubes dan sombra, en la colección Monosabio (desde entonces, el escritor ha lanzado también el volumen de microrrelatos Ciudad violeta, aparecido recientemente). Y lo hizo, de hecho, como una prolongación de los alcances de aquélla: ambas novelas comparten un personaje, Moe, que en Wolframio se lía a escribir la historia de otro personaje llamado E. E "como desahogo por las canalladas que le hace sufrir la vida", tal y como explicó Gaitán a este periódico. Y, a su vez, E. E. escribe mientras tanto la historia de Moe "exactamente por los mismos motivos". Gaitán alterna los capítulos de uno y otro hasta conformar un "juego de espejos a dos bandas" en el que existe un tercer vértice: "El lector. Él es el espejo definitivo". Tanto gustó al escritor malagueño la experiencia que ya tiene bien avanzada otra novela "que completará una trilogía con Donde las nubes dan sombra y Wolframio. Pero no será una trilogía al uso, sino más bien tres miradas al mismo universo que podrán leerse de manera independiente". Este juego de autores/personajes y viceversa tiene, como veíamos, una tradición no pequeña sin salir siquiera de la literatura española, pero Juan Gaitán se ciñe a la suya propia: "Si tuviera que señalar a un referente para mi obra, me quedaría con Juan Carlos Onetti. Siempre sostengo que Onetti tiene la prosa más brillante de la lengua española, aunque todavía se me alteren los cervantistas. De hecho, Santa María, el territorio mítico que crea Onetti, es a su vez la creación de uno de sus personajes de ficción". Preguntado si puede esperarse algo bueno de dos tipos que deciden escribir para ajustar cuentas a la vida por sus "canalladas", Gaitán responde: "No, claro. Aquí nada puede terminar bien. Pero es que las historias que acaban bien me resultan muy ñoñas. Si de aquí no va a salir nadie vivo, por qué tendrían que hacerlo los personajes que inventamos".

Y resulta oportuno, entonces, preguntar a Gaitán por la posteridad. Al menos, por la que puedan gozar los personajes más allá de los autores. Y responde: "Como escritor desconocido, lo único que puedo decir sobre eso es que cuando estalle el sol dentro de millones de años y desaparezca nuestro planeta, habré alcanzado el mismo status literario de Cervantes. Estaremos exactamente al mismo nivel. Mientras tanto, la situación es la que es: terminé Wolframio en 2009, así que ha estado siete años metida en un cajón, recibiendo rechazos de editoriales que eran demasiado comerciales y de otras que no lo eran tanto pero no estaban en la mejor situación financiera para publicarla. Al final, ha venido El Toro Celeste y le ha dado su oportunidad". Entonces, ¿ha aprendido Juan Gaitán algo que merezca la pena del oficio de escribir, después de tantos años practicándolo? Nueva respuesta: "He aprendido que necesito escribir para saber algo de mí". Y cita a González Ruano: "Escribo para ponerme en limpio". No hay razón más noble para dejarse el tiempo en estas cosas. Tan resistente como el mismísimo wolframio.

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