Cultura

Ken Loach: lentejas para la clase obrera

  • Siempre político, y siempre a la izquierda, el británico tiene por derecho propio un lugar en la historia del cine

Todavía recuerdo el artículo sobre Ken Loach y el realismo que nos mandó el poeta Pepe Serrallé para el suplemento Culturas de este periódico. En él decía algo así como que ir a ver una película de Loach era como salir a comer a la calle y pedir lentejas; ajuste de cuentas del poeta con todo ese cine que no estuviera alentado por el ánimo de la fantasía, la aventura o la evasión de la realidad. Por entonces uno no podía estar de acuerdo con esa visión de Loach y del cine de los de su estirpe, aunque ahora, tal vez porque nos hemos hecho viejos y descreídos, entendamos mejor la metáfora.

Loach, a quien ahora se entrega un merecido Oso de Oro honorífico en la Berlinale, ha estado siempre de un mismo lado como cineasta: a saber, desde la izquierda y el pensamiento marxista, del lado de la denuncia frente a los abusos del poder y con una clara voluntad de posicionarse políticamente frente al conservadurismo en sus más diversas manifestaciones. Su último trabajo hasta la fecha, el documental The spirit of 45, sigue siendo una buena muestra de ello y de una voluntad de mantener viva la memoria de la lucha colectiva.

El realismo social de Loach, de larga tradición en el cine británico, sus formas pseudodocumentales atadas desde la escritura y la dramaturgia, su búsqueda denodada, no siempre conseguida a unos mismos niveles, de una transparencia de la enunciación que puede hacer pensar en la realidad filmada a escondidas, ha de entenderse como la traslación de un modelo de pensamiento crítico que busca la pedagogía a toda costa, aunque para ello haya que utilizar las estrategias menos sutiles del maniqueísmo o el subrayado de las dialécticas, siempre presentes en sus historias de gente común.

Aquel Loach lírico de Kes fue dando paso poco a poco a un angry man que intentó desentrañar la podredumbre y los abusos de las instituciones británicas (de la familia a los servicios sociales, del ejército a los pequeños empresarios), sin olvidar nunca que su lado fue siempre el de los desfavorecidos y los miembros de esa clase obrera en vías de extinción a la que él realmente nunca ha pertenecido pero a la que ha dado voz y ha hecho levantar el puño en una filmografía que forma ya por derecho propio parte esencial de la historia del cine moderno.

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