Cultura

Maldito frío en el escenario

  • Sólo el mal tiempo empañó ayer las deliciosas actuaciones al aire libre de las cuatro compañías invitadas, que regalaron momentos de humor, tensión y desconcierto

Un señor con cierto parecido a José Sazatornil se paseaba ayer por el centro montado en su cama. En un momento paró el vehículo, se metió en una de las tiendas de moda de calle Larios y en uno de los probadores se cambió de pijama para continuar su periplo. Mientras, en calle Granada, dos extraterrestres mudos de orejas enormes indicaban a un barrendero municipal los rincones más sucios de la vía, y acto seguido se llevaban de paseo a una niña pequeña después de hacerse con el cochecito de bebé que sus padres, estupefactos, les dejaban aunque siguiéndolo de cerca. El Festival Internacional de Teatro de Málaga arrancó ayer con la actuación de cuatro compañías de calle, que suscitaron en los transeúntes emociones cercanas al humor, la tensión y el desconcierto en una jornada de verdadero sabor festivo, sólo empañada por el frío y la lluvia, que restaron esplendor al invento especialmente en las sesiones vespertinas.

Al mediodía, el actor israelí Adrian Schvarzstein tenía montado un gran corro de gente en torno a su cama. En realidad, lo que su personaje pretendía era instalar un dormitorio al aire libre, utilizando elementos humanos como muebles: un chico de melena rizada como puerta, una chica de pelo largo (y a su juicio polvoriento) como cuadro para la pared y hasta un espacio reservado como parking para cualquier artilugio que llevara ruedas. En un momento, dos señoras atravesaron la estancia haciéndose las despistadas y a la vez las dignas, con muy poca gracia, por lo que fueron reprendidas por el potencial durmiente, quien además le s dio un repaso con el plumero.

Muy cerca, el dúo D'Outre-Rue, transformado en pareja de marcianos cabezones y silenciosos de abrumadores pabellones auditivos, indicaba a otra pareja, ésta de la Policía Municipal, el camino a seguir para atrapar a los ladrones. Durante todo el día asaltaron a los viandantes, se metieron en las conversaciones de los teléfonos móviles, aconsejaron a los consumidores en las tiendas los productos que debían adquirir y hasta pidieron a cualquiera que pasara propinas jugosas para los mimos y músicos de calle Larios, a la sazón protagonistas del Festival de Teatro. Reacciones había para todos los gustos, desde quienes salían espantados hasta quienes hacían como que aquello no iba con ellos, pasando por quienes querían pasarse de listos con las extrañas criaturas. Estos últimos, por cierto, casi siempre salían escaldados. No hacían falta palabras para delatarlos.

Para amenizar todas estas veladas estaba la 'T Brabants Fietsharmonisch Orkest, o seis señores holandeses que tocaban sus instrumentos montados en un tándem, mientras pedaleaban, aunque también tuvieron tiempo de detenerse en la Plaza de la Constitución y organizar un concierto especial. Algunos valientes bailaron agarrados. Y Zita, por su parte, se paseaba en zancos por todas partes, conectando con su larga antena con las cabezas de los más incautos. Había que andar con cuidado para no recibir el golpe de una de sus alas. Unos adolescentes alucinaban: "¡Tío, lleva música de Prodigy!"

En su aspiración a significar socialmente, el Festival de Teatro marcó ayer un gol por la escuadra. Hoy, las mismas compañías repetirán sus números desde las 13:00, en el centro y también en Vialia. Ojalá sea verano por un día.

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