Se burlaba sobre la vejez y no daba importancia a una carrera meteórica: "El triunfo es la muerte de un cineasta. Yo tuve pequeños hermosos éxitos", dijo el cineasta francés Claude Chabrol con motivo de su 80 cumpleaños el pasado junio. El ayuntamiento de París anunció este domingo su muerte.
Con más de 60 películas, Chabrol era uno de los cineastas más importantes de Francia, con clásicos como La mujer infiel (1968), Que la bestia muera (1969) o El carnicero (1969). Una de sus últimas cintas fue Bellamy, que se presentó en el festival de cine de Berlín, la Berlinale, en 2009.
Chabrol se dedicó a hacer cine durante más de 40 años, en los que exploró sin piedad la sociedad burguesa más allá de su fachada, indagando profundamente en los abismos humanos.
"Nuestra generación no pensaba en la carrera, queríamos crear obras. No estoy seguro de que hoy en día se intente realmente hacer cine", dijo Chabrol hace unos meses. Era crítico y no solo con la burguesía, a la que bien conocía, pues formó parte de ese estrato social, cuya hipocresía y afán por las apariencias puso inagotablemente en evidencia.
Observó a las personas y sus impulsos. Los festivales cinematográficos y los premios eran para él un escaparate de la vanidad y de la apariencia.
Los comparaba con tómbolas que no tienen mucho que ver con la calidad del cine que muestran y premian. Cannes era para él un circo mediático.
La intransigencia, el cinismo y la honestidad sin piedad fueron características que marcaron tanto al cineasta como a su obra. Por eso, no había nada que le gustara más que desenmascarar la falta de sinceridad, la falsedad, la estrechez de miras y el egoísmo de la clase burguesa para hechizar con sus dramas familiares y provinciales, aderezados a menudo con temas como el incesto o el asesinato.
Una mezcla cuya fórmula no aprendió durante sus estudios de farmacia. Chabrol, nacido el 24 de junio de 1930 como hijo de un farmacéutico, comenzó a estudiar sólo por su padre. Al cine no se acercó como asistente de dirección, como muchos de sus contemporáneos, sino como crítico en la revista especializada Cahiers du cinéma.
Chabrol perteneció a la generación que hace más de 50 años fundó la Nouvelle Vague, un movimiento que se volvió contra el cine establecido, anquilosado y acomodaticio.
El quería más individualidad, más profundidad y nada de productos para las masas; así surgió lo que hoy se conoce como cine de autor, cuya marca era el estilo inconfundible individual de cada director. desde la muerte de François Truffaut y Eric Rohmer, Chabrol era junto con Jean-Luc Godard uno de los últimos cineastas que quedaban vivos de la Nouvelle Vague.
Chabrol rodó más películas que sus referentes Fritz Lang y Alfred Hitchcock, haciéndose nombre con obras como La ruptura (1970), Al anochecer (1971), Madame Bovary (1991) o La flor del mal (2003).
"El por qué me empeño en desenmascarar la doble moral de la burguesía podría sólo descubrirlo un psiquiatra", dijo una vez. Tampoco se plegó a su educación católica, que no le dejó huella alguna. Con otras palabras: Chabrol era por naturaleza un moralista cínico.
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