Crítica de Clásica

Música y espectáculo

orquesta filarmónica de málaga

Cuarto concierto de la temporada de abono. Teatro Cervantes. Fecha: 3 de noviembre. Programa:'Olympic Fanfare and Theme', J. Williams; y 'Concierto para percusión y orquesta', J. Torres. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga. Dirección: Arturo Díez Boscovich. Solista: Juanjo Guillem (percusión). Aforo: Escaso público.

Antes de que Vargas Llosa se refiriese a nuestro tiempo como la civilización del espectáculo, el concepto ya cotizaba a la baja en los círculos intelectuales como sinónimo de trivialidad o superficialidad.

Pero, ¿está todo perdido? No; y no faltan quienes están dispuestos a reivindicar aquello que de valor sobrevive en la cultura de masas. Que Arturo Díez Boscovich comenzara su concierto al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga con la Fanfarria Olímpica de John Williams -con un gran trabajo de los metales y la percusión- es toda una declaración de intenciones. Y una bocanada de aire fresco. En el Concierto para percusión y orquesta de Jesús Torres, demostró que es mucho más que un director de música incidental, capaz de sobresalir también en la faceta concertante. Una dirección impecable, sustentada en el control dinámico de la masa orquestal y el mantenimiento del pulso discursivo de una composición más atenta a la precisión en la ejecución y los aspectos tímbricos y sonoros de los numerosos instrumentos que emplea el solista que en el virtuosismo. Juanjo Guillem, percusionista de referencia, estuvo bien secundado por los músicos de la sección correspondiente, así como por el arpa.

En la segunda parte reapareció el Boscovich más espectacular. Conoce bien a la orquesta y la conduce con poderío. Impresionantes Marte y Urano.

También los pasajes lentos resultan brillantes: ahí está Venus. Se atisba, sin embargo, un riesgo en esa especie de épica hollywoodiense que domina la atmósfera de la sala; ciertamente, Los planetas se prestan a ello (de hecho, su ascendente sobre Williams es evidente), pero no es descabellado preguntarse si las filias de Boscovich no transmutarán otros repertorios en un trasunto de Max Steiner. Talento hay de sobra para evitarlo.

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