Cultura

'Nabucco' en Palmira: crónica del desconcierto

  • Lleno en el Cervantes con el estreno de 'Nabucco' en la temporada lírica

Con el lleno anunciado se estrenó ayer en el Teatro Cervantes la producción de Nabucco con la que Málaga alzó el telón, de paso, de su temporada lírica. La propuesta, con la Orquesta Filarmónica de Málaga en el foso con la batuta de Arturo Díez Boscovich, el Coro de Ópera de Málaga a las órdenes de Salvador Vázquez y la dirección escénica de Ignacio García y David Martel, traslada la escena, respetando el libreto original de Temistocle Solera, a las ruinas de la actual ciudad siria de Palmira tras su conquista a manos del Daesh. Se esperaba el resultado de semejante maniobra desde que se dio a conocer, tanto por las dudas históricas que suscitaba (la producción convierte a los persas invasores en árabes, mientras que los oprimidos siguen siendo los judíos, si bien los terroristas del ISIS aniquilan a su paso a judíos, cristianos y también a árabes) como por la oportunidad y resolución de la ambientación. Y lo cierto es que la escenografía se limita a unas pocas columnas mientras una colmena de pantallas proyecta imágenes de Palmira (en la obertura, con las estampas aéreas, uno tenía la sensación de estar viendo una película de Stanley Kubrick). Y, por más que el rey, interpretado por el barítono Luis Cansino, se pareciera demasiado a un jeque petrolífero, apenas atravesado el primer acto Nabucco volvía a ser Nabucco sin que el traslado acusara excesivas consecuencias. A tenor de algunos corrillos de espectadores armados en el descanso, eso sí, la impresión general fue de desconcierto, especialmente entre quienes intentaban desentrañar las razones de la acampada siria. Quizá, más que la recreación virtual de Palmira, las pantallas cumplían una función más interesante cuando asumían roles televisivos para el lanzamiento de mensajes informativos al público, como la revelación del origen esclavo de Abigaille.

Dos valores esenciales tiene este Nabucco que, sospechamos, no terminará de pasar a la historia muy a pesar de lo llamativo de su planteamiento: uno, la actuación de la soprano Maribel Ortega como la citada Abigaille, generosa tanto en el registro lírico como en el dramático, virtuosa y gustándose en Anch'io dischiuso un giorno y razonablemente verdiana; otro, la propia Orquesta Filarmónica de Málaga, en una ejecución notable, además de la dirección de Díez Boscovich, que ha llevado a cabo un notorio ejercicio de limpieza y ha encontrado en el camino algunas resonancias reveladoras. El Coro de Ópera dio en el Va pensiero lo que todo el mundo andaba buscando, aunque seguramente no fuese en Palmira. Bastante hay con el dichoso telediario.

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