Crítica de teatro

Narciso se compra un juguete

Iba en serio

Teatro Cervantes. Fecha: 5 de septiembre. Texto y dirección: Juan Carlos Rubio. Dirección musical: Julio Awad. Reparto: Jorge Javier Vázquez, Kiti Mánver, Julio Awad, Paco Pepe Martínez, Edu Morlans. Alejandro Vera, Víctor González. Producción: Laboratorio de La Voz. Aforo: Unas mil personas (lleno).

El espectador que, en correspondencia con la mayoría, va de vez en cuando al teatro con la excusa de ver a algún famoso en directo tiene en Iba en serio la fórmula idónea: por una vez, el famoso no sale a interpretar el papel escrito por algún autor pesado, sino para hablar de sí mismo. Y aunque el invento tampoco es precisamente nuevo, el montaje traslada a la escena el espíritu de la televisión actual en su acepción más fiel, con lo que el mismo espectador se siente al fin como en casa, sin miedo a que venga cualquier indeseable a darle el tostón. A tenor de las cuatro funciones con todas las entradas agotadas para el estreno de este fin de semana en el Cervantes, un éxito sin paliativos, cabe concluir que aquí se está escribiendo la primera página de una historia que tendrá, sin duda, continuidad: ponga usted al famoso televisivo en manos de un director solvente, añádale algún intérprete de prestigio y el negocio recuperará el brío anterior a la crisis, como en la construcción. Faltaban en la función a la que asistí ayer los ministros de Cultura y Hacienda dirigiéndose al respetable: "¿Ven ustedes cómo el teatro no estaba tan mal?" Así que no descarten encontrar para la temporada que viene el debut de Belén Esteban dirigido por Miguel del Arco y con Bárbara Lennie interpretando a algún familiar. Después de que el sector de las artes escénicas haya quedado desmantelado, el teatro español ha resucitado. Aleluya.

Jorge Javier Vázquez debutó como productor el año pasado con Miguel del Molina al desnudo, un meritorio espectáculo consagrado a la memoria del cantante. Pero correr con los gastos no debió resultarle demasiado satisfactorio, así que, ya que paga él, en Iba en serio se mete a actor de musicales, aunque lo que hace más bien, presuntamente, es interpretarse a sí mismo y contar su vida, como en la novela en la que está basada la obra. No importa que la vida del presentador, a tenor de lo que cuenta, se parezca tanto a la vida de cualquiera que pase por la calle o que tampoco parezca que el figura tenga mucho que contar; ni que Vázquez se atasque más que mi viejo Citroën, ni que se mueva como si la faja le apretara demasiado, ni que lo que sucede en escena resulte aburrido como para desmoralizar a las ovejas. El público aplaude entusiasmado a su Jorge Javier, al mismo que tiene en su salón a todas horas, y con eso basta; de lo que se trata ahora es de seguirle el juego al productor para ver si con la recaudación levanta la industria un poco el vuelo, que el IVA sigue estando al 21%. Vázquez ofrece a los suyos exactamente lo que promete, pero no crean: lo más honesto de este montaje es el aviso previo que recomienda al público cinco minutos antes del comienzo de la función que vaya al baño, desenvuelva el caramelo y pregunte a alguien cómo se apaga el móvil. Tampoco importa que la obra esté bien dirigida por Juan Carlos Rubio, quien, como es de esperar, le da a todo este montón de nada la agilidad, la precisión y la coreografía necesarias para que el envoltorio reluzca; ni que comparezca en escena la maravillosa actriz que es Kiti Mánver, a la que aplaudiremos y querremos siempre. Lo que importa aquí es que Narciso se ha comprado un juguete y quiere presumir. No hay duda de que Jorge Javier Vázquez ama el teatro, pero tampoco de que se ama más a sí mismo. Y tiene todo el derecho del mundo. Pero, en lo que a teatro se refiere, Iba en serio no vale una higa. Con perdón.

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