Cultura

Notable concertación musical

Hablar de una única versión que guste sobre las existentes en torno a las Cuatro últimas canciones para soprano y orquesta de R. Strauss es una empresa bastante comprometida. Desde su estreno con la soprano Kirsten Flagstad junto a la batuta de Furtwängler de 1950 (reeditada en junio de 2007 por Testament UK), pasando por Kiri Te Kanawa/Solti, Jessye Norman/Masur, Popp/Thomas, Hendricks/Sawallisch hasta las más recientes como la aportada por Harteros/Luisi, hace que la paleta de gustos esté más que servida. Personalmente me decanto por la voz corpórea y compacta que sepa resolver las pretensiones de extensión vocal que diseñó Mahler.

Helena Juntunen se sitúa próxima a los parámetros de Soile Isokoski; o al menos, su ataque de agudos y su manera suave de desarrollar el discurso musical recuerda mucho a su homóloga finlandesa. Sin embargo, la solista no se acerca a la que fue una de sus maestras: Elisabeth Schwarzkopf. Esos graves iniciales de Frühling se erigen como al verdadero reto que el compositor deja en manos de la solista, y no todas le imprimen esa consistencia deseada. Juntunen se aproximó pero recaló y enfatizó de forma clara sus agudos, en los que se mueve de forma muy cómoda y elegante.

Pese a todo, su buena técnica es evidente y las buenas matizaciones de su fraseo contenido se desplegó con soltura tanto en September como en Beim Schlafengehen. Además, el apoyo prestado por el acompañamiento de los maestros de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) fue determinante. Tal vez, en intensidad algo excesiva en los primeros momentos de Im Abendrot pero eficiente en las trompas y la intervención de Sestakova en el tercer tiempo. Personalmente resalto dos deseos: que los lectores se acerquen a los elegíacos textos de las cuatro canciones (se pueden consultar fácilmente por Internet), y que la soprano hubiese extraído todo ese jugo que encierra este cuarto tempi, máxime cuando la batuta eligió una velocidad intermedia sin llegar la rapidez de Solti o Böhm. ¿Otra vez será?

La segunda parte se volcó en la Sinfonía nº 4 en sol mayor de Gustav Mahler. Su resolución global fue notable, en donde se apreció un correcta cohesión en la cuerda en general y de los violines primeros en particular. Andrea Sestakova volvió a demostrar su excelente ejecución en la alternancia de violines que, junto al notable papel de los violonchelos en el tercero de los tiempos, potenció aún más las intenciones del compositor bohemio.

Finalizó la velada de ayer con una nueva intervención de la soprano junto a la correcta batuta de Guidarini, más cercano a lo puramente gestual que a lo técnico.

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