Arte

Ojo agitado, mano pausada

  • Juan Olivares exhibe en la galería Isabel Hurley obras en pintura, dibujo, escultura y vídeo que otorgan un papel determinante a lo urbano como fuente de estímulos

Las obras que Juan Olivares expone en Hurley (pintura, dibujo, escultura y vídeo) se muestran como productos ejemplares de un personalísimo proceso de creación que se ajustaría en parte al título de esta exposición, Ojo agitado. Olivares lo ejemplifica en un vídeo en el que se aprecian distintas intervenciones en el espacio urbano, marco del que obtiene una serie de estímulos que traducirá con un vocabulario de estirpe abstracta y gestual. Por tanto, no hay trasvase literal de imágenes y objetos, sino de sensaciones; en cierto modo ha de recordarnos a la traducción audiovisual que Tim White-Sobieski hizo de New York en 2005: a partir de formas abstractas y con un ritmo que reflejaba la melancolía en la que había quedado sumida la ciudad tras el 11-S.

En el vídeo se aprecia a Olivares como una especie de paseante o flâneur que va descubriendo accidentes y formas en lo urbano, "destellos cotidianos", "instantes huidizos", "pequeñas emociones" -las expresiones son suyas-, en definitiva, estímulos que le inducen a pintar siempre que se tenga -como él mismo dice- "un ojo con apetito, sensible y permeable, un ojo agitado".

Resulta significativo el papel que Olivares otorga a lo urbano como origen de un arsenal de estímulos de procedencia disímil que quedarán reflejados ecléctica, discontinua y fragmentariamente en su pintura.

Ya desde finales del XIX y principios del XX, muchos autores señalaron cómo el entorno frenético de la ciudad (Metrópolis) era el ámbito germinal de los lenguajes modernos. Podríamos hablar de Baudelaire y la figura del flâneur; también de Georg Simmel, quien señalaba que en las ciudades modernas crece "la vida nerviosa, que tiene su origen en el rápido e ininterrumpido intercambio de impresiones internas y externas" (Las grandes urbes y la vida del espíritu, 1903).

Paradigmático, aunque a otro nivel, resulta Brassaï, quien recorrió París en los años treinta para componer en la revista Minotaure mosaicos fotográficos de grafitis y barandillas del metro; imágenes intrascendentes, estímulos al fin y al cabo, que en su reelaboración y explicación surrealista se convirtieron en imágenes reveladoras. Lo urbano aún sigue siendo fuente para disciplinas tradicionales y escenario de innumerables prácticas artísticas. Algunas como las que se ven en el vídeo de Olivares, volcadas al camuflaje -pienso igualmente en algunos grafitis de Bansky que juegan a camuflarse-.

El ojo agitado del que habla Olivares es el primer paso de un proceso de creación que podríamos definir como paradójico, puesto que el artista procede, con mano pausada, a pintar elaborada, detallada y armónicamente, realizando un verdadero ejercicio de composición. El artista crea una suerte de trampantojo ya que, como si se tratara de un viaje de ida y vuelta, todos esos estímulos que se almacenaron -fugaces y contingentes per se-, se sedimentan, se reposan y se reelaboran para ser mostrados en el lienzo con formas que inciden en esa sensación de espontaneidad y dinamismo.

Así, Olivares nos depara un viaje de lo instintivo a lo premeditado o de lo espontáneo a lo procesual, ya que lo aparentemente azaroso de sus brochazos, de lo caligráfico o de las manchas que tanto nos recuerda al Informalismo o al Expresionismo abstracto no es plenamente tal, no es plenamente espontáneo -lo puede ser en su naturaleza pero no en su ejecución-. Nada hay por tanto de aleatorio en su obra, de ahí que hablemos de trampantojo.

El artista compone, acumula, contrasta o compensa hasta que el cuadro adquiere la imagen final deseada y no lo que pudiera aflorar en un ejercicio de automatismo. Oportuno parece recordar que el informalista Luis Feito prefería pintar sus inmediatas obras abstractas en horizontal para así eliminar cualquier atisbo de armonía y composición.

El resultado es una pintura tremendamente sugestiva, de una gran visualidad, con formas contundentes y protagónicas; de un dinamismo exacerbado que se muestra en la aplicación de la pintura por estratos, la fluidez y el entrelazamiento de muchos de sus signos.

Asimismo, muchas de las superficies se solapan dejándose ver a través de espacios abiertos (crea ilusión espacial o de profundidad); un verdadero deleite para los sentidos gracias a las calidades (texturas, veladuras o acumulaciones); de una gran heterogeneidad en el universo de formas y soluciones que emplea: brochazos, manchas, formas de carácter geológico o caligrafías; así como en lo antagónico de ciertas soluciones: curvo/recto, orgánico/geométrico, vacío/lleno o transparencia/opacidad.

Si acude a ver a la obra de Olivares no le quepa duda que su ojo se verá agitado.

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