cine Preliminares de la gran fiesta de Hollywood

Los Oscars juegan al despiste

  • El olvido consciente de una película como 'Drive' entre las candidatas por parte de la Academia y la nominación de Gary Oldman responden a una acción estratégica

Tomas Alfredson dijo una vez que los Oscar funcionaban de un modo complejo, mucho más que el MI6 y los servicios de inteligencia. Con estas palabras, el director sueco afinaba su relación con la Academia, y a muchos realizadores les gustaría devolverles una puya similar a los académicos. Cuando todo el mundo apostó por David Fincher el año pasado por la estupenda The Social Network (La Red Social), Tom Hooper apareció de la nada y le asestó un duro golpe del que hoy todavía se recupera. Sin embargo, este año, las nominaciones parecen haberse decantado por la división estratégica, la cual nos despista con, tal vez, demasiado éxito. Algunas de sus elecciones resultan tan descaradamente equívocas, que desprestigian a muchas de las cintas que se han quedado a las puertas de la gloria.

Muchos le agradecen a la Academia el haber reconocido el enorme talento de Terrence Malick, y su glorioso ensayo sobre la vida y la muerte con El árbol de la vida, pero otros (entre los cuales me incluyo) le reprocharemos el error (voluntario) de dejar fuera a Drive, cinta que revienta los esquemas del cine actual, y obviada por Hollywood por ser demasiado brutal, o porque le cuesta trabajo asimilar el poderío visual de Nicolas Winding Refn, así como la paradoja sobrehumana que ha creado con semejante obra maestra. Sin embargo, semejante bochorno es compensado por la primera nominación al Oscar de Gary Oldman. Razones le sobran a la Academia para reconocerle la inmensa labor interpretativa a semejante prodigio del cine británico, y entre ellas, ese anémico espía que engorda a base de primeros planos, y que tiene por nombre George Smiley. Nadie da el premio por cantado, puesto que de él tiran tanto Jean Dujardin, por su modesta y simpática The artist, como George Clooney y una de sus únicas interpretaciones que realmente valen la pena en Los descendientes. Pero, aunque los demás nominados no le anden a la zaga, sólo existe un actor capaz de surgir del frío, y ése es Gary Oldman, el cual emerge de un pastiche de grandes actores (Colin Firth, John Hurt) con un poderío descomunal.

En el campo femenino, pese a que Rooney Mara sea la Lisbeth Salander que muchos anhelaban, lejos es poco para definir la distancia que la separará de la grandiosa Margaret Thatcher que ha creado Meryl Streep. Pese a que la cinta arrolle con rapidez algunos de los momentos más importantes del mandato de Thatcher, la cinta sigue siendo un desfile de la polivalencia de Meryl Streep. Mucho pesan sus 17 nominaciones , aunque pesan también las 6 nominaciones que Glenn Close lleva arrastrando desde hace 30 años. Y si, pese a que no lo parezca, hay rival para uno de los premios más seguros de la noche, y se llama Albert Noobs, cinta que la actriz protagoniza, y la cual podría hacer justicia con su protagonista.

El enfrentamiento más enzarzado de la gala será el Oscar al mejor director, premio que se disputarán Woody Allen, Martin Scorsese, Alexander Payne, Michel Hazanavicius y Terrence Malick. Pese a que Allen haya prescindido de los tópicos característicos del cine actual, además de, simplemente, volver a ser él mismo, no parte como favorito en una noche en la que promete reinar la marcha fúnebre al cine mudo que Hazanavicius le ha otorgado al séptimo arte con The artist. Si bien es enigmática por romper las barreras de lo usual y lo comercial, también es atrevida por la misma razón, y ante todo, es una rareza que debemos agradecer entre el esperpento de efectos especiales que han invadido Hollywood. De la misma manera, éste es un momento para reconocerle a Nicolas Widing Refn el haber dado a luz a un icono del siglo XXI, que no necesita un premio de consolación para reírse de los académicos que le han ignorado, como ignoraron a Hitchcock, a Bergman, o a Kubrick.

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