Concierto de Pedro Guerra

Y un cuento de Tintín

Pedro Guerra, en su concierto de este jueves en el Teatro Cervantes.

Pedro Guerra, en su concierto de este jueves en el Teatro Cervantes. / Javier Albiñana (Málaga)

De camino al Teatro Cervantes recordé el día en que fui a ver a Pedro Guerra allí por primera vez, en la presentación de primer disco, Golosinas, hace pues eso, cosa de 22 o 23 años. Entonces invertí mi dinero en la entrada más barata, me reuní con mi pandilla de amigos de la Facultad en el Paraíso y lo pasamos de lo lindo con aquellas canciones que hablaban de manera tan directa de nosotros, que hacían explícitos nuestros referentes y llamaban por su nombre a las cosas que nos gustaban y nos preocupaban. Este jueves, Pedro Guerra volvió a hacer Golosinas en la gira del 25 aniversario de la gestión del proyecto, íntegro, de cabo a rabo: y fui acompañado de mi mujer y mi hija, nos sentamos en el patio de butacas y después salí escopeteado para escribir esta crónica. Seguramente, a tenor del tiempo transcurrido, si uno se para un instante a aceptar la evidencia de que como mucho nos encontramos a la mitad del camino, no cabe más que decir una palabra: mierda. Pero resulta que sí, que todavía estas canciones siguen hablando de nosotros, de los que en los 90 teníamos 20 años; y lo siguen haciendo de manera certera, con su poética intacta. El mismo Guerra describió desde el escenario y a la perfección qué ha cambiado: “Entonces, éramos hijos; ahora, somos padres”. Dicho esto, confortado por canciones como Dos mil recuerdos, Deseo y Greta, uno concluye que está muy bien eso de la nostalgia, pero que en todo caso jamás me cambiaría ahora por aquel alelado que estudiaba Magisterio sin saber qué hacer con su vida. En consecuencia, el concierto que ofreció Pedro Guerra tuvo toda la nostalgia que cabía esperar, cierto; pero también mucho de afirmación del presente, de celebración del legado, de aceptación del trecho andado. Puede decirse que el mismo concierto proveyó el veneno y el remedio. Y el balance final fue, que conste, una auténtica fiesta.

Abrió fuego a modo de telonera la cantautora Sara Ráez en su, tal y como confesó, primer concierto en un teatro de las dimensiones del Cervantes; y la de Úbeda se metió al respetable en el bolsillo con cuatro hermosas canciones y su, más aún, buen oficio en el escenario. Compareció después Pedro Guerra guitarra en mano y enfiló las canciones de Golosinas interpretadas originalmente así, a las seis cuerdas: comenzó con Golosinas, siguió directo al estómago de la nostalgia con Dos mil recuerdos (y la lagrimilla inevitable: “... y un cuento de Tintín”. Al cabo, hay un patrimonio compartido por muchos cuando Pedro Guerra canta Dos mil recuerdos), y continuó con Greta, Las gafas de Lennon (soberbio Guerra en la presentación: “Cuando hice esta canción en los 90 quería decir que no era bueno quedarse colgado en la nostalgia de los 60, pero la verdad es que ahora siento nostalgia de los 90”), Peter Pan, Deseo (mano a mano con Sara Ráez) , Desorden (y el precedente chascarrillo a mayor gloria de Pablo Milanés), Dibujos animados y todas las demás. Ya con la base de bajo y batería emprendió el resto en un concierto dividido así en dos bloques: Biografía, Hechos de gente, Hazlos reír, Mujer que no tendré, Rap a duras penas, Hay mil maneras de derrotar a un hombre y, claro, Contamíname, sonaron frescas, directas y muy bien ensambladas, con un Pedro Guerra especialmente creativo a la guitarra (lo que no quita para que, irremediablemente, echáramos de menos alguna vez a John Parsons). Y sí, sólo cabía agradecer que todas estas canciones nos hayan acompañado durante este tiempo. Que lo sigan haciendo. Que sigan hablando de nosotros.

En los bises, Guerra revisitó el resto de su discografía con, entre otras, Pasa, La maestra, Debajo del puente, Daniela y Miedo. Cuando, después de dos horas y media de concierto, nuestro hombre entonó La lluvia nunca vuelve hacia arriba, el público, que había coreado y reproducido todas y cada una de las intervenciones originales de Golosinas, ya estaba de pie dando palmas, celebrando que veintitantos años después estamos aquí. Reconocidos en los que fuimos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios