Cultura

Pesadillas dispuestas como 'matriuskas'

  • 'El jardín de las delicias' es una de las obras más contundentes de Arrabal

El jardín de las delicias, la obra que se representa hoy y mañana en el Cervantes, es una de las más contundentes de Fernando Arrabal, y también una de las más complejas, con una arquitectura llena de recovecos que viajan desde la luz hasta las profundidades más recónditas. El autor dio cuenta de su experiencia en pasajes tenebrosos que representan escenas de tortura y violencia, pero también de su compromiso estético más concreto. El argumento incluye ya un verdadero cosmos en su mera sinopsis: Lais, una gran actriz retirada, contesta a sus admiradores en un programa televisivo desde el salón de su casa, donde vive con el hombre-bestia Zenón y con sus ovejas. Las preguntas harán aflorar sus vivencias, sueños, deseos, olvidos, frustraciones y creencias. En su viaje interior/exterior conoce a Teloc, hombremago y posterior amante de Miharca, ex compañera del internado de monjas de su infancia y amiga del alma en el mundo de la inocencia. Todo ello conduce a la transmutación final en el huevo místico junto a Zenón, en un ciclo que se nos aventura eterno. A pesar de toda la impiedad, Arrabal abriga la esperanza.

El primer montaje de El jardín de las delicias se estrenó en París en 1969. Para las compañías Curtidores de Teatro y Proyecto Bufo, la posibilidad de trasladar por primera vez a las tablas en España semejante mundo constituyó una responsabilidad de enorme peso que tuvo a su principal valedora en Rosario Ruiz Rodgers, creadora escénica de visionaria e imprescindible influencia en el panorama teatral nacional. Ayer, la directora explicó que desde el principio tuvo clara la idea de hacer el montaje "desde la misma base del teatro Pánico", y eso suponía, en gran medida, empezar de cero: "Se ve poco a Arrabal en la escena española, lo que nosotros consideramos inexplicable. Pero, además, las representaciones de sus obras en España se hacen casi siempre desde el realismo, pero nosotros queríamos explorar a fondo el mundo encerrado en El jardín de las delicias, así que tuvimos que recurrir a otras herramientas para hacerlo visible. Pusimos en juego varias combinaciones temporales y espaciales, desde lo cotidiano hasta las pesadillas que ocurren en el seno de otras pesadillas, mientras éstas a su vez suceden dentro de otras pesadillas". En esta tenebrosa disposición de matriuskas, el montaje desarrolla buena parte de las ideas centrales del texto a través del movimiento, un reto del que se ha encargado el actor Arturo Bernal: "Fernando Arrabal significaba un reto, y poder llevarlo a cabo a sido maravilloso. Ojalá pudiera trabajar en otras cien obras suyas". La palabra, de este modo, encuentra en la física un aliado de primer orden.

El mismo Arrabal afirmó que cuando vio el montaje de Ruiz Rodgers se dejó llevar por un "deslumbramiento: me sentí como la samaritana de Job, cuando dice 'Dios no puede quitarme nada, porque nada tengo'. No tenemos nada que vender ni comprar. Por eso hay que dejarse deslumbrar por El jardín de las delicias, donde está todo lo que tengo".

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