Cultura

El Pompidou revisa lo mejor del cine vanguardista

DEVOLVER su valor a un cine vanguardista que si por algo se caracterizó fue por sentar en la misma mesa a creadores que partían de disciplinas diversas: fotografía, artes plásticas, literatura, etcétera. Un valor que pasa por la proyección de las 15 películas que conforman Cine Dadá, cine surrealista, la exposición temporal que hasta el 19 de junio se proyecta en el Centro Pompidou Málaga. Esa intencionalidad que presuponemos al comisario Philippe-Alan Michaud se cumple con creces, para empezar, por las mismas circunstancias de las proyecciones, distribuidas en cinco salas que -se entiende que intencionalmente- combinan cintas sonoras con otras películas mudas a las que las primeras ponen su banda sonora accidental (y ojo que no hablamos de scores cualquiera: ahí está la música de Erik Satie para la disparatada Entr'acte, rodada por René Clair en 1924). Motivo suficiente para visitar la muestra es una de las versiones de Le Ballet mécanique (1923-1924) de Fernand Léger que, al alimón con Dudley Murphy, posee el irresistible encanto de lo lúdico, representado por ese Charlot cubista (también expuesto, en este caso las piezas que se usaron para la animación de la época) que abre y cierra una pieza cuyo frenesí encaja a la perfección con sus pianos y efectos sonoros. Pero no se vayan, aún hay más: la única incursión en el cine de Marcel Duchamp, espirales acompañadas de palabrería homófona que con los trabajos de Viking Eggeling y Hans Richter, abren la muestra. Richter reaparece después con Vormittagsspuk (1927-1928), una historieta de comicidad fantasmal enmudecida por el nazismo, prueba de la ausencia total de humor en los regímenes totalitarios. Otros buenos reclamos: los poéticos ejercicios de Man Ray y la colaboración entre Dulac y Artaud (una versión restaurada de La Coquille et le clergyman, 1927).

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