Cultura

Puerta Tierra: mágica frontera

  • La editorial malagueña EDA publica el nuevo libro de relatos de Juan José Téllez, 'Profundo Sur', una mirada ácida a Cádiz, los años 70 y otros fenómenos

Si en lugar de haber nacido en Long Island, Thomas Pynchon hubiese nacido en Cádiz, habría terminado sin remedio escribiendo un libro como Profundo Sur. Al igual que en El arco iris de gravedad y Contraluz, pueblan los trece relatos que lo componen personajes cuyas refriegas cotidianas ejercen una misteriosa fascinación en quien decide asomarse a sus vidas, como a escaparates prodigiosos: aspirantes a portaequipajes de Truman Capote, toreros heridos de nostalgia oriental, nigromantes que emplean el móvil para hablar con los difuntos, chirigoteros en horas bajas, paseantes que contemplan la llegada de una gigantesca sirena a la Bahía y otros testigos privilegiados son los protagonistas de este fenomenal mosaico. Pero el autor no es otro que Juan José Téllez (Algeciras, 1958), quien, a pesar de que durante el último año ha reforzado su vínculo con Málaga como director del Centro Andaluz de las Letras (cuya sede principal se encuentra en la calle Álamos, a escasos metros de donde vino al mundo Picasso, que bien podría haberse colado como forastero en el invento), fija sus coordenadas en Cádiz y en los años 70, invocados éstos bien desde el presente, bien desde su mismo transcurso. Y lo cierto es que ni en otro sitio ni en otro tiempo habría podido contarse lo que aquí se cuenta, como aquí se cuenta.

Profundo Sur, que acaba de poner en circulación la editorial malagueña EDA Libros, es el primer volumen de relatos que el periodista, poeta y narrador Juan José Téllez publica desde Main Street (2003). Y, al hablar de Cádiz y de los años 70, no resulta difícil señalar en el mapa la misma infancia del autor, la que asistía a episodios como la boda de John Lennon y Yoko Ono en Gibraltar (evento que protagoniza uno de los relatos). Téllez se ha nutrido de aquellas experiencias, y de algunas de las personas que compartieron con él aquellos tiempos (y los actuales: "He hecho alguna putada a algunos amigos metiéndolos en el libro), para parir este mundo: "Cuando yo era un niño de Algeciras, mi padre encendía su radio carpetovetónica para escuchar a Pepe Marchena. A mí aquello no me desagradaba, pero siempre aguardaba a que se fuera para sintonizar Radio Gibraltar y escuchar a los Beatles. Cuando años más tarde me marché a Cádiz temí que desde allí no pudiera sintonizar Radio Gibraltar, pero en su lugar pude comenzar a escuchar la emisora de la Base de Rota, que ponía muy buena música americana. Lo único bueno de las bases son sus emisoras".

Este episodio resulta representativo de cuanto encierra Profundo Sur: un crisol de mestizajes, los acontecidos en la Andalucía de los 70, en los que lo tradicional y lo nuevo se enlazan con resultados inesperados. "Aquello significó un conato de la movilización cultural de la que tanto se habla ahora", explica Téllez: "Fernando Quiñones ya lo dio a probar en sus traducciones, y Caballero Bonald viajaba desde el Barroco andaluz hasta el río Magdalena en Colombia. Más allá de Rajoy y ZP, por aquí hay gente que habla inglés".

Junto al pulso de las historias y el humor que aletea en cada página ("El humor es una garantía de calidad y humanidad"), otro ingrediente esencial de Profundo Sur es el habla de Cádiz: "Yo escribo como hablaba mi abuela. Lo que ocurre es que ahora las abuelas están siendo sustituidas por videoconsolas. En los relatos de los viejos se mezclaba la ficción y la realidad sin ningún pudor, pero hoy predomina el escrúpulo. El habla popular, de cualquier forma, sigue existiendo en la calle y yo tomo nota en el libro. Pero, eso sí, traducirla en una obra literaria es muy complicado. Quien mejor lo hizo fue Quiñones. Los demás debemos conformarnos con reproducir una cierta atmósfera, como Ana Botella cuando, insisto, se pone a hablar en inglés".

Y, claro, la memoria: "Yo empecé a escribir porque desde la azotea de la casa de Algeciras en la que viví de niño se veía un cine de verano. Pero el sonido sólo llegaba cuando soplaba el poniente, algo altamente improbable en Algeciras. De modo que inventaba diálogos para aquellas imágenes y así me convertí en escritor". Sin embargo, que conste: "La nostalgia no forma parte de mis compañeros de viaje. Por supuesto que me gusta el pasado, pero es que en el pasado yo era otro. No niego que la nostalgia pueda funcionar como elemento narrativo, pero lo mismo que la psicopatía y el amor platónico, y no soy experto en ninguna de estas cosas".

Advertencia a los lectores ávidos de suplementos culturales que consagran el relato como sacramento de la divinidad literaria en la postmodernidad: "No hago caso a los manuales que dicen que no deben convivir en un relato más de tres personajes. Prefiero hacer caso a Chesterton. ¿Por qué no meter los personajes que requiera la historia? Lo importante, en cualquier caso, es disfrutar escribiendo". Leyendo, también.

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