Crítica de Teatro

Retazos de Federico

Javier Viana, en la obra.

Javier Viana, en la obra. / daniel pérez / teatro cervantes

Palabras que abonan el universo de Lorca. Con esta premisa, Javier Viana nos conduce en un viaje por momentos destacados de la infancia y juventud del poeta granadino, un joven que se busca, se cuestiona, quiere conocerse. En este capricho escénico se nos ofrece una mirada poética a su vida, al hombre más allá de su obra, comprendido y mirado por los que le rodearon.

Un elenco multidisciplinar se suma al reto. Un pianista actor y una actriz cantante arropan al propio Viana, actor percusionista, en la creación de cuadros jalonados de imágenes poéticas, momentos musicales y planteamientos más cómicos. La puesta en escena es tan variopinta que el público tarda en pillarle el tono a la propuesta y el espectáculo pide una cercanía que las tablas del Teatro Cervantes no facilitan, distanciando y enfriando algunos instantes.

El espectáculo viene acompañado por una preciosa edición de músicas y textos en un libro-CD, donde se recogen las diversas fuentes que inspiran cada cuadro: recuerdos de sus familiares, correspondencias varias, investigaciones históricas… Leyendo la dramaturgia entusiasma la deliciosa inspiración real de cada frase o verso. Sin embargo, sin este contexto la puesta en escena se presenta como un mosaico de retazos, a veces inconexos, que son de difícil seguimiento.

No obstante, hay hallazgos memorables, como el encuentro entre Dalí, Buñuel y Lorca jugando a construir anaglifos en clave dadaísta. O imágenes poderosas como el pozo de agua transparente. O piezas vocales emocionantes como la canción de cuna, interpretada por una Nerea Cordero de voz poderosa. Aunque los volúmenes no acompañaron en muchas ocasiones enterrando las voces bajo el piano, la palabra poética logra en Espejo, Capricho escénico invocar al espíritu de Lorca. Un canto a la belleza de la cara más oculta de Federico.

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