Nuevo número de la revista 'Litoral'

El combustible interior

  • ‘Litoral’ dedica su nuevo número al automóvil, en un pormenorizado repaso por la inspiración que ha ejercido el coche (y más aún el viaje) en la literatura

Ilustraciones publicitarias clásicas relativas a distintos modelos de automóvil recogidas en el nuevo número de la revista ‘Litoral’.

Ilustraciones publicitarias clásicas relativas a distintos modelos de automóvil recogidas en el nuevo número de la revista ‘Litoral’. / Litoral

Como resto doméstico de la revolución industrial, emblema del credo capitalista y sostén decisivo de la industrialización durante una ingente cantidad de décadas, el coche ha tenido un reflejo a la altura en la historia universal de la literatura del último siglo, ya sea como protagonista (cabe citar aquella monstruosidad de J. G. Ballard titulada Crash que David Cronenberg llevó al cine a modo de ejemplo extremo) o como elemento recurrente en la creación en verso o en prosa. Una vez generalizado su uso, el automóvil amplió el marco vital y experimental de los individuos hasta niveles propios de santos ubicuos y divinidades astrales, por lo que quedó fagocitado como material literario de máxima urgencia; al mismo tiempo, la máquina, en su acepción más utilitaria, diaria y pegada a la vida cotidiana, se convertía en paisaje efectivo para el abanico emocional más diverso, y no hay más remedio que recordar aquí el legendario endecasílabo de Luis García Montero: “Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi”. Porque sí, el coche puede ser propio, ajeno, comprado, alquilado y ahora hasta requerido a través de una app. De todo esto se dedica la revista Litoral en su último número, el 267, que, bajo la dirección de Lorenzo Saval y la colaboración del Centro Cultural de la Generación del 27, brinda un pormenorizado repaso visual y literario a las huellas del neumático en la cultura, principalmente en lengua española, en una nueva entrega de apabullante composición gráfica y exquisita selección textual, como es santo y seña en la publicación. Eso sí, conviene advertir que, como quería Kavafis, aquí no importa tanto el modelo como el viaje: el combustible interior que al cabo cada uno va rumiando mientras llega o no.

Imagen de la portada del nuevo 'Litoral', obra de Lorenzo Saval. Imagen de la portada del nuevo 'Litoral', obra de Lorenzo Saval.

Imagen de la portada del nuevo 'Litoral', obra de Lorenzo Saval. / Litoral

Tras la aportación introductoria de Justo Navarro, el nuevo Litoral incluye artículos creados ex profeso, como el de Alexis Díaz-Pimienta sobre el singular parque móvil de La Habana y el de Guillermo Busutil sobre su recorrido como autoestopista. El periodista Manuel Bellido escribe sobre la influencia de los coches en la música popular, mientras Juanma Ruiz aborda el asunto desde el cine y Juan Maldonado desde el cómic. A partir de aquí, se abre una nómina de poetas y narradores, principalmente en lengua española, que abarca desde Antonio Soler a Juan Manuel Villalba pasando por María Zaragoza, Pedro Salinas, Ben Clark, Hipólito G. Navarro, Manuel Vilas, Aixa de la Cruz, Antonio Praena, JuanAntonio Bernier, Antonio Jiménez Millán, Juan Bonilla, José María Hinojosa, Max Aub, Jesús Munárriz, Octavio Paz, Dionisia García, Llucia Ramis, Fernando Iwasaki, Luis Mateo Díez y referentes planetarios como Odisseas Elytis, Fernando Pessoa y Sam Shepard. Hay apartados dedicados a los transportes públicos (taxis y autobuses), coches fúnebres, coches-patrulla, ambulacias y hasta al camión de la basura: de cualquier cosa que se mueva sobre ruedas escriben esos poetas. Como recuerda en el editorial Lorenzo Saval, quien cita a Marinetti y Dalí entre quienes adoraban el automóvil y a Pessoa y Auden entre quienes lo detestaban, “ha pasado más de un siglo desde que se pusiera en funcionamiento el primer automóvil tal como lo conocemos hoy en día. Desde entonces esta máquina se ha convertido en el objeto de deseo por excelencia del ser humano, en la carrocería de nuestros mejores sueños”. A la espera de que ni siquiera hagan falta conductores humanos para viajar por obra y gracia de la tecnología, al poema le sienta bien la velocidad. Dentro de sus límites, ojo.

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