Cultura

Terror en la interfazGato encerrado

Eliminado

Terror, EEUU, 2014, 82 min. Dirección: Levan Grabriadze. Guión: Nelson Greaves. Fotografía: Adam Sidman. Intérpretes: Cal Barnes, Matthew Bohrer, Courtney Halverson, Shelley Hennig, Renee Olstead, Will Peltz, Mickey River. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Plaza Mayor, La Verónica, Cín, Miramar, Teatro Goya, Rincón de la Victoria, Ronda, El Ingenio.

Eliminado cierra hasta la fecha un arco en la regeneración del cine de terror adolescente que se abría con la paradigmática El proyecto de la bruja de Blair. A saber, una transformación, necesariamente veloz en el género exploit, que pasaba por la exhibición formal del dispositivo y su explotación narrativa como principales reclamos para el reciclaje de unos mismos tipos y argumentos.

Si aquella cinta de Myrick y Sánchez ponía en juego los mecanismos discursivos del falso documental y las calidades amateurs para sacar rédito terrorífico al clásico grupo de jóvenes acosado por fantasmas, la saga de Paranormal Activity, segundo gran hito en este arco, exploraba el potencial de las pequeñas cámaras de videovigilancia, webcams y similares, también sus respectivas texturas, formatos y puntos de vista, para introducir literalmente el horror en la experiencia de lo cotidiano con un plus de realismo, equiparando de nuevo los modos de la imagen casera a la sugestión de lo siniestro.

Si Open Windows, de Nacho Vigalondo, ya adelantaba el camino aunque su rigor conceptual dejara mucho que desear, Eliminado sí que parece, con todos sus defectos y limitaciones (básicamente argumentales), la película destinada a asentar un nuevo modo de narrar el terror desde su concepción absolutamente fiel al funcionamiento de los dispositivos interactivos de la web 2.0 (videoconferencias, chats, redes sociales, plataformas de vídeo, descarga y streaming, pantallas múltiples...), para convocar espíritus vengativos y expiar culpas adolescentes online y en riguroso tiempo real.

Ya digo que la película no aguanta el tipo de su alta apuesta conceptual, precisamente porque confía su desarrollo y su resolución a los clichés de siempre actualizados bajo la premisa del ciber-acoso, pero sería un gran error no considerar este filme como una auténtica y por momentos lograda aventura experimental en el marco de un género y una demanda que suele contentarse con bastante poco.

la casa mágica

Animación, Bélgica, 2013, 85 min. Dirección: Ben Stassen, Jeremy Degruson. Guión: James Flynn, Dominic Paris, Ben Stassen. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Plaza Mayor, La Verónica, Pixel, Miramar, La Cañada, Rincón de la Victoria, El Ingenio.

Avalada por un gran estudio europeo (Studio Canal), La casa mágica suscita algunos interrogantes sobre la identidad cultural del cine animación del viejo continente con aspiraciones de circulación en el mercado internacional.

Son contadas las excepciones (Moore en Irlanda, Aardman en Inglaterra, Ocelot, Chomet, Renner, Aubiard y Patar en Francia) que aún entienden su trabajo desde una cierta personalidad o la preservación de un mundo propio en el que la tecnología no es sino una herramienta al servicio de las ideas, la creatividad o un diseño original.

No es el caso de esta producción belga, cuyo correcto acabo digital tridimensional responde a una discreta traslación de un modelo neutro, o sea, anglosajón y hollywoodiense, aunque con un acabado mucho menos perfeccionado que el de sus obvios referentes.

Con ecos cruzados de las historias, la tipología de personajes/criaturas y la estética de Pixar, y en un paisaje netamente americanizado, La casa mágica reduce su interés a una aplicada artesanía digital de segunda mano que sitúa sus cándidas y previsibles aventuras en un terreno demasiado conocido y familiar, juntando a un grupo de animalitos entrañables liderados por un gato y a un simpático equipo de juguetes y autómatas vintage en la lucha por preservar su hogar junto a un viejo mago al que su avaricioso sobrino quiere echar de casa.

Si la superficie de colores, diseños y texturas puede dar el pego en la inevitable comparación con la serie A de la animación estándar, no lo hace ya tanto una concepción del movimiento y el punto de vista subjetivo a la que se le nota demasiado su carácter informatizado y embrionario, más propio de un videojuego en fase de pruebas que de un producto sofisticado como los de Pixar, Dreamworks o Blue-sky.

Y bueno, en fin, el espectador adulto tampoco encontrará aquí demasiadas recompensas en su peaje de acompañamiento. Los más pequeños, ya se sabe, se lo pasan bien (casi) con cualquier cosa que tenga animales parlantes, colorines y movimiento.

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