Cultura

Tragiparodia sin reparos

Auditorio del Museo Picasso. Fecha: 4 de diciembre. Compañía: Teatro del Gato. Texto: Miguel Romero Esteo. Dirección: Rafael Torán. Reparto: Virginia Nölting, Paco Inestrosa y Andrés Suárez. Aforo: Medio centenar de personas.

A menudo se considera La oropéndola un caso aparte dentro del corpus de Romero Esteo. Y sí, es cierto que esta breve pieza, escrita a finales de los 80, no reviste la complejidad monumental de otros títulos anteriores, como Pontifical y Horror vacui; sin embargo, aunque ajena a las grotescomaquias, la obra mantiene la esencia estética de su autor, de manera más concreta y amable (por una vez, Romero Esteo quiere ser representado), pero, quizá precisamente por ello, más evidente. Parece que aquí el de Montoro hace pedagogía de sí mismo, pero si algo tiene de revelador el montaje de Rafael Torán estrenado ayer en el Museo Picasso es el modo en que, en su sencillez, logra abarcar, o cuanto menos evocar, la proteica naturaleza del dramaturgo. La oropéndola es una comedia muy divertida, con mucha mala leche, ante la que, por más que sus presupuestos sean notoriamente universales, uno no deja de recordar a los grandes benefactores de la cultura malagueña, aquellos señoritos ensimismados y letraheridos que iban a la Malagueta a hablar al mar como si de un dios se tratase. Romero Esteo no escatima en recursos para la parodia ni muestra reparos a la hora de delatar las servidumbres del teatro: se queda a gusto y sabe contaminar con su humor rudimentario y siempre efectivo. Aquí el verso le emparienta un tanto con Jardiel Poncela, aunque a ver quién dice esto en voz alta. El final, magistral, acude a la tragedia en su acepción más clásica. Y resulta que funciona. Otro de los logros de esta puesta en escena es, precisamente, el modo en que esa amargura desestabilizadora es respetada, y más aún subrayada. Todo encaja en un juguete extraño que delata que si el hombre es una criatura incomprensible, el teatro no lo iba a ser menos.

Pero, oigan, lo mejor del montaje es el reparto. Paco Inestrosa está en estado de gracia al tirar de recursos propios del cine mudo para su personaje. Andrés Suárez comparece virtuoso y preciso, y Virginia Nölting fabulosa, como suele. Qué gran trío.

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