Crítica de Cine

Tratado de la desubicación

Mora Arenillas, en la película.

Mora Arenillas, en la película. / m. h.

Ely (Mora Arenillas) atiende durante una clase de Geografía e Historia en el instituto pero en realidad está en otra parte. También cuando se pone detrás del mostrador de la clínica veterinaria en la que trabaja. Y también y muy especialmente cuando regresa a casa, después de haber cenado sola en un bar del barrio. Allí le espera una madre deprimida, con miedo a salir a la calle. Ely tiene 17 años, y es una joven que no sonríe, no escucha música, que observa de lejos a sus compañeros.

Invisible es el retrato con el que Pablo Giorgelli trata de introducirnos en las dudas de una joven que se está haciendo a sí misma. En las clases, en el trabajo. En casa y también en el sexo, que practica con un compañero de trabajo para apaciguar la soledad. Un proceso forzado de maduración que se pondrá de nuevo a prueba cuando sepa que está embarazada.

Con el pulso -y la fotografía- en un tono inequívocamente social y urbano, cercano al Mungiu de 4 meses, 3 semanas, 2 días, Giorgelli compone un retrato áspero, sin concesiones, de la soledad y la inseguridad adolescentes en un mundo progresivamente deshumanizado. Para Ely son invisibles sus padres, las instituciones, sus profesores. Como invisible es el nuevo cambio que amenaza con transformar su vida.

Curiosamente, sólo en su relación con los perros de la clínica la joven se humaniza algo y Giorgelli aprovecha para dejar entrever cierto humor, incluso negro. Como en la secuencia en la que Ely, ya al corriente de su embarazo, saca a pasear un perro malherido y se sienta con él en un parque a darle de comer, rodeada de madres con sus hijos.

Arenillas corre con todo el peso de la historia y su trabajo es tan destacable que Giorgelli apenas se aleja de ella en toda la cinta. Su actuación, llena de matices, brilla hasta la última (y discutible) secuencia.

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