Cultura

Triunfo para León y Miguelito en la noble novillada de Santiago Domecq

Los dos novilleros, ayer por la Puerta Grande de La Malagueta.

Los dos novilleros, ayer por la Puerta Grande de La Malagueta. / jesús mérida

Lo más pintoresco del certamen de novilladas no reside en los habituales llenos a los que se acostumbra La Malagueta cada inicio de feria -esos apenas son noticias-, sino en la enriquecedora diversidad que compone los tendidos. Dando un ligero paseo por las gradas se puede ver a la juventud, numerosa y atenta, a unos cuantos grupos de turistas y a unas monjitas ataviadas de blanco al lado de la bocana del 2. Al menos Dios estaría de parte de los aspirantes. Los de Santiago Domecq salieron, en líneas generales, más que manejables y nobles, permitiendo ver las virtudes y carencias de todos. Álvaro Seseña recibió al primero con una larga cambiada de rodillas para continuar de la misma forma con la muleta, sin pulir los trazos pero demostrando el necesario carisma que requiere pisar Málaga siendo novillero. Aprovechó la dulzura de su oponente pero sin consolidar el acople a causa de enganchones en trapo y cuerpo. Pincho y tras una estocada baja y cortó una oreja de poca petición. Miguelito, de Valencia, volvió a repetir el mismo saludo capotero -monotonía-. Con la muleta se enredó en tandas largas y amontonadas aunque buscando temple y cadencia. Dejó una buena estocada y floreció una pañolada hasta en el colectivo religioso. Dos orejas.

Jorge Pérez, también de Valencia, se gustó en el remate capotero y en la muleta indagó en la intimidad del animal para buscar el necesario temple. Anduvo torpe en los remates de rodillas y tras dos intentos con la espada dio una vuelta al ruedo ligera de respaldo.

Joao D'Alva, portugués, reflejó en todo momento la fuente de su aprendizaje. Y es que esa técnica, enérgica y precisa de conectividad con el pópulo, solo se explica entendiendo que su maestro es Víctor Mendes. Así cuajó en banderillas al cuarto, evidenciando las dificultades propias en la muleta sin existir complicidad. El Dormilón de Santiago Domecq estuvo tan despierto como presagiaron sus astas al cielo en la salida. Recogió el cariño del público al final de la faena.

Rafael León mostró ese toque de originalidad que necesita el escalafón novilleril, adentrándose en los terrenos del gusto y la elegancia con el capote. El mismo que quiso plasmar en el inicio de faena por alto. Supo hacer frente al incómodo pitón izquierdo recurriendo a la depurada técnica que experimenta en sus trazos muleteros. Dejó tres cuartos de espada que le sirvieron para abrir la puerta grande.

En última instancia, Fran de Vane, de Albacete, comenzó la faena al último con un ajustado péndulo excesivamente cercano, continuado con aplaudidas tandas a diestro y siniestro, especialmente por esta mano. El novillo no dejó de embestir por bajo transmitiendo al respetable, que aguantó en los tendidos hasta el final. Pinchó en lo alto en dos ocasiones y dejó un estoconazo a la tercera. Oreja

Al término de la faena el jurado compuesto por Adolfo Ramos, Francisco José Porras y José Luis Gálvez hizo público el veredicto: Miguel Aguilar, de Citar, Jorge Martínez, de Almería y Álvaro Passalacqua, de Málaga.

Y ahí quedaban las monjas.

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