Cultura

'Underground' persa

  • Se estrena 'Nadie sabe nada de gatos persas', de Bahman Ghobadi, nuevo desafío a la imagen oficial del régimen iraní

Hace apenas tres años, un espléndido filme de animación en blanco y negro, Persépolis, realizado en el exilio francés por Marjane Satrapi a partir de su popular serie de cómics, nos hacía intuir, con tanta creatividad y sentido del humor como altas dosis de nostalgia y amargura, cómo lo que hasta hace no mucho había sido un país democrático y libre, progresista incluso, el Irán de los años 70, se había convertido en un anestesiado páramo social y cultural controlado por la alianza entre el Estado y la más rígida de las interpretaciones del islam, una nación enrocada en la que cualquier manifestación política, social o artística no acorde con el ideario oficial del nuevo régimen, ahora liderado por el ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad, estaba condenada al ostracismo, la censura previa o, en el mejor de los casos, a la clandestinidad y todos sus riesgos.

La propia historia reciente del cine iraní, (pen)último puntal de los descubrimientos periféricos en tiempos de globalización, puede escribirse también desde esta perspectiva política. Más allá de la producción comercial que nutre el mercado local, fiel a la tradición de los géneros y el star system propio, a un paradójico mimetismo con las formas del cine americano (el enemigo por definición) y conscientemente elusiva de toda realidad problemática, la visibilidad e importancia internacional de cineastas como Abbas Kiarostami (Close-up, Ten, Shirin), Mohsen Makhmalbaf (El silencio, Gabbeh, Kandahar), sus hijas Samira (El caballo de dos piernas) y Hana (Buda explotó por vergüenza) o Jafar Panahi (El espejo, El círculo, Offside), quien, como saben, ha sido detenido junto hace unas semanas por su apoyo al líder de la oposición Mousavi, resulta inversamente proporcional, o tal vez por eso mismo, a las numerosas dificultades que han tenido dentro de su país para llevar a cabo sus proyectos, algunos de los cuales, especialmente los de Kiarostami, se sitúan, casi sobra decirlo, en la vanguardia del lenguaje cinematográfico de las últimas décadas.

Allí donde han reinado la precariedad de medios, las trabas burocráticas y la falta de libertades, aquellos cineastas que no han optado por el exilio, tal es el caso de Mahkmabaf, afincado en Francia desde 2005, han encontrado las claves de un cine povera que emerge, desde su condición autoconsciente, no sólo como inteligente espejo de una realidad ahogada por los discursos oficiales, sino como un arte reflexivo que se plantea los propios límites del lenguaje.

No es menos cierto que bajo la etiqueta del nuevo cine iraní se camuflan también ciertos lugares comunes que no hacen justicia a la diversidad de propuestas. Ahí donde Kiarostami o Panahi han trascendido ese neorrealismo de nuevo cuño eminentemente rural y protagonizado por niños o mujeres que funcionan como símbolos de la realidad social, otros cineastas jóvenes parecen haberse subido al carro de esta imagen de marca que tan bien ha vendido durante un tiempo en los festivales internacionales.

Podríamos situar a Bahman Ghobadi (1969) en un plano intermedio en este panorama de conjunto. Tras un periodo de formación como cortometrajista y ayudante de Kiarostami, el director de origen kurdo realizó un par de notables películas (El tiempo de los caballos borrachos, Las tortugas también vuelan) en las que emergía un gran aliento poético de resonancias simbólicas bajo una potente superficie realista.

Sin embargo, su siguiente Media luna coqueteaba ya con la peligrosa inercia del exotismo prefabricado del world cinema pensado para el mercado internacional, una tendencia de la que, a pesar de las buenas intenciones, el espíritu clandestino, el tono documental y el intento de reflejar el underground urbano de la ciudad de Teherán a través de las bandas de rock independiente y la vida cotidiana de los jóvenes, el director no parece haberse desembarazado del todo en esta Nadie sabe nada de gatos persas que llega a la cartelera este próximo viernes.

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