Cultura

Vidas y surrealismos

  • Lo enigmático, la alusión a lo oscuro que se esconde bajo la realidad, lo reprimido y los tabúes se dan cita en la muestra de Roland Penrose en la Fundación Picasso

Resulta admirable cómo la producción artística de Roland Penrose traduce su persona. No se trata de explicar su obra a través de su vida, pero sí de comprender lo que el poso vital hubo de aportar a su plástica. Penrose fue poeta, coleccionista y crítico de arte, escritor, agitador y promotor cultural (impulsor de la Exposición Internacional del Surrealismo en Londres y del Instituto de Arte Contemporáneo en 1936 y 1947 respectivamente, entre otras), y, ante todo, artista plástico, que es lo que aquí enjuiciamos. Sus relaciones con otros artistas y poetas, sin duda favorecidas por su atrayente personalidad y por hallarse y participar en los escenarios y episodios centrales del surrealismo, fueron muchas y provechosas para su técnica y su universo creativo. Ernst, Man Ray, Eluard, Breton, Dalí, Miró, Magritte y Picasso son sólo algunos de ellos, pero, sin duda, las más evidentes influencias que apreciamos en esta exposición. De este modo, su obra no puede sustraerse de esa diversidad que señalamos: es en sí misma una y muchas, como su vida; una -surrealista- y diversa a través de muchos de los prismas, intereses e intenciones que se dieron en el surrealismo. El propio Penrose, en una entrevista en la BBC en 1980, aseguraba que para él "el surrealismo se convirtió en una causa. No era simplemente una escuela más de pintura, sino una forma de vida. Era una manera de pensar, una manera de vivir que me entusiasmaba. Una manera de pensar que confiaba mucho en la espontaneidad y el inconsciente". Penrose no hacía así más que certificar la naturaleza del movimiento surreal, aquélla a la que líderes tan antagónicos como Breton o Bataille ya habían aludido: la de una constante, un destilado del alma, que se perdía en la noche de los tiempos y que puntualmente afloraba y era por tanto inextinguible. Frente a otros ismos amparados meramente en lo formal (en el lenguaje), el surrealismo trascendió ese factor cronológico en el que se encorsetaban los demás movimientos de vanguardia.

Las obras expuestas en la Fundación Picasso, además de ilustrar su periodo de formación con André Lhote y las iniciales influencias previas al surrealismo (realismos de nuevo cuño, especialmente italianos, y poscubismo), muestran cómo el artista británico atendió a múltiples estribaciones de lo surreal, a excepción de la escatología, lo abyecto y lo escabroso. Esas elecciones de temas y lenguajes y desconsideraciones hacia otros, permiten que podamos hablar de "surrealismos galantes", tales son la disparidad de soluciones e intereses como la elusión de una imaginería hiriente y temática extremosa; también cabría hablar de "surrealista nómada" pues alterna -como señalamos- distintos lenguajes. A pesar de esa galantería, en sus propuestas late la inquietud, lo enigmático, la alusión a lo obscuro que se esconde bajo la realidad, lo reprimido o los miedos atávicos y tabúes. Estos intereses se veían complementados con el empleo del frottage, el grattage, el collage, el automatismo y paisajes enigmáticos que sintetizan restos de culturas y civilizaciones históricas con imágenes lunares (todas éstas por influencia de Ernst); hibridaciones entre el mundo de los crustáceos e insectos con lo humano y la maquinaria, que aportaría un universo icónico extraño y cargado de oscuras y siniestras resonancias; una abstracción organicista cercana a Arp que quebraba los distintos grados de figuración habituales; indicios de imágenes dobles y del sistema paranoico-crítico de Dalí; piezas con un estilo visual impactante en la línea de Magritte; la inclusión de un arte verbal cercano a Miró y de una simbología basada en los mal llamados pueblos primitivos; o citas al Picasso surrealista, con quien compartió una amistad que lo llevó a escribir, tal vez, la mejor biografía de las que se han escrito sobre el genio malagueño y la más certera en sus apreciaciones artísticas dentro de ese subgénero de literatura biográfica que a veces tan imprecisa ha sido con el artista y tan hiperbólica y sentimental con el hombre.

Qué multiplicidad de opciones y cuán distantes las unas de las otras, sin embargo todas propias de esa "manera de vivir" que Penrose entendió que era el surrealismo.

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