Cultura

Para un Viernes de Dolores

Auditorio de la Diputación. Fecha: 30 de marzo. Músicos: Peter Hook (bajo y voz), Jack Bates (bajo), Nat Watson (guitarra), Paul Kehoe (batería), Andy Poole (teclados), Rowetta (voz). Aforo: Unas 500 personas (casi lleno).

Por una parte, el concierto de Peter Hook & The Light en Málaga ofreció exactamente lo que se podía esperar: a Hook metido en tareas de frontman a cuenta de un repertorio de Joy Division, tan histriónico como frío, empeñado en evocar a Ian Curtis hasta el asomo de un ataque epiléptico, pero convenientemente arropado por una banda joven y solvente, en la que figuraba su propio hijo, Jack Bates, al bajo (aunque Hook tuvo el suyo colgado todo el tiempo apenas tocó los obligados riffs agudos de cara a la galería, más entregado a las tareas de promesa de la canción y animador sociocultural); por otra, la noche en un Auditorio de la Diputación sin graderío fue de emociones encontradas. Era un gustazo, claro, escuchar semejante repertorio en directo, bien armado y mejor defendido; pero también fue un concierto de acusada nostalgia, y no me refiero a Ian Curtis. Una de las señas por las que a un servidor le gusta mucho Joy Division es su precariedad, el imaginativo aprovechamiento de recursos limitados, la afinación de voces e instrumentos tentada cuando no directamente vulnerada. Unknown pleasures había tenido siempre forma de disco grabado a toda velocidad, y las pocas versiones alternativas de sus rudimentarias canciones correspondían a bootlegs que no jugaban precisamente a favor de la banda. El pasado viernes, Viernes de Dolores, nada menos, esos mismos temas se desplegaron con solvencia profesional y medida apariencia de rock n' roll. Y es posible que si Joy Division hubiese seguido adelante hoy se parecería a lo que enseñó el bueno de Hooky en el escenario. Pero la memoria, sobre todo si la primera vez que se escuchó Disorder fue hace más de veinte años, es demasiado intransigente.

Aunque no hay que ser injustos. El de Peter Hook & The Light fue un gran concierto, de ejecución abrumadora (el batería, Paul Kehoe, firmó los mejores momentos del quinteto y también los más logrados pasajes creativos respecto de los temas originales, mientras que Nat Watson cumplió con eficacia y buen gusto su labor en el relleno de huecos) y repertorio irrepetible dedicado íntegramente a Joy Division. Tras un repaso a la protohistoria de la banda que culminó con Digital, los acordes de Disorder anunciaban que el monumento llamado Unknown pleasures, coronado por un gran telón que reproducía la portada del disco, comenzaba a cobrar forma. Hook levantaba los brazos, abría mucho los ojos y no rehuía el papel de dinosaurio algo venido a menos. Day of the lords encerró uno de los mejores momentos de la noche, sustentada en una base rítmica envidiable, y la atmósfera de New dawn fades se reprodujo intacta, con un maestro de ceremonias al que se le coló la letra al final y que no tuvo reparos en mostrar su enfado. Ni de lejos podía aspirar Hooka entonar bien los graves de Ian Curtis, como quedó claro en Insight, pero tampoco lo pretendía. Su versión de She's lost control, con un refuerzo proverbial de las guitarras, dejó más que contento al respetable. Quizá Shadowplay, por el contrario, sonó excesivamente convencional, demasiado calcada. Pero cuando I remember nothing se fundía en negro, la sensación de reencuentro con un viejo amigo era inevitable.

Pero había que esperar a los bises para entender bien lo que pretendía Hook. La selección inicial fue de lujo, con Dead souls, Isolation y 24 hours. Pero cuando salió la cantante Rowetta en plan diva del soul, contoneo de cadera incluido, a entonar Atmosphere, uno no podía evitar la risa y sólo cabía admitir que todo aquello, incluidos los excesos dramáticos del bajista metido a cantante, había sido una parodia. Luego llegaron Transmission y Love will tear us apart coreada por el público y rematada por un hooligan que saltó al escenario. Y sí, es posible que el único modo honesto de acercarse hoy a Joy Division sea con sentido del humor. Quizá algún año llegue el productor adecuado que convierta Atrocity exhibition en canción del verano merced a un grupito pop de caras bonitas. Y lo celebraremos.

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