Cultura

William Dafoe eleva con "intensidad y vida interior" el Van Gogh de Julian Schnabel

  • El actor da vida al célebre pintor en 'At Eternity's Gate', película presentada ayer en la Mostra de Venecia

Willam Dafoe, ayer en Venecia.

Willam Dafoe, ayer en Venecia. / ettore ferrari / efe

El actor estadounidense William Dafoe se llevó ayer en el Festival de Cine de Venecia los aplausos por su composición del atormentado Vincent Van Gogh en At Eternity's Gate, el nuevo trabajo de Julian Schnabel, centrado en los últimos años de vida del pintor holandés. Schnabel, que compite por el León de Oro con este drama, intenta trasladar a la gran pantalla, con la ayuda en el guión de Jean Claude-Carrière (famoso por sus colaboraciones con Luis Buñuel), la búsqueda visceral de un artista que concebía su existencia a través de su pintura.

Aunque tiene varios museos dedicados a su obra y sus cuadros no dejan de reproducirse y están siempre entre los más cotizados, Van Gogh (1853-1890) no vendió en vida ni un solo lienzo. Sin embargo, Schnabel está convencido de que el artista era un visionario. "Es obvio si ves sus pinturas y lees sus cartas", señaló el director, que se hizo un nombre en las artes plásticas antes de dar el salto al cine. El director de Antes que anochezca o Basquiat comentó que siempre pensó para este papel en Dafoe, con quien comparte una amistad desde hace más de 30 años. A sus 63 años, el actor no dudó en entregarse en cuerpo y alma a Van Gogh, que tenía 37 cuando falleció. Lo importante, explicó Schnabel, es que Dafoe tiene "la vida interior y la intensidad" para encarnar al pintor.

Una de las teorías que plantea la cinta, en la que también participan Oscar Isaac (como Paul Gauguin), Mads Mikkelsen, Mathieu Amalric o Emmanuelle Seigner, es que Van Gogh no se suicidó, sino que fue asesinado. Carrière sostuvo al respecto que no existe ningún testimonio que certifique el suicidio. Según relató, Van Gogh regresó al hotel herido, con una bala en su estómago, pero nadie encontró la pistola. El suicidio, insistió el guionista, pertenece a la "oscura leyenda romántica" que rodea la muerte del pintor.

No menos aplaudida fue Sunset, la esperada segunda película de László Nemes, cuyo debut, El hijo de Saul, le valió incluso las alabanzas de toda una autoridad en la materia como Claude Lanzmann. Con una técnica similar a su primer trabajo, el director, de la mano de una joven huérfana que viaja a la ciudad para trabajar en una afamada sombrerería, traslada al espectador a la Budapest de antes de la Primera Guerra Mundial Gran Guerra, cuando la capital húngara bullía de modernidad y era junto a Viena el corazón del Imperio austrohúngaro.

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