Luis Eduardo Aute. Músico, pintor, escritor y cineasta

"Aunque la belleza ya no cotice, de alguna forma habrá que justificar la vida"

  • El cantautor regresará el sábado al Teatro Cervantes dentro de su 'Gira Luna (de la luz y de la sombra)', en un concierto en el que revisará los himnos emblemáticos de su trayectoria.

A estas alturas resulta ridícula la sola idea de presentar a Luis Eduardo Aute (Manila, 1943), cineasta, poeta, artista y autor de canciones esenciales para la memoria del último medio siglo como De alguna manera, Al alba, No te desnudes todavía, La belleza, A por el mar y De paso. El próximo sábado a las 20:00, Aute interpretará una generosa selección de este legado en el Teatro Cervantes, dentro de su Gira Luna (de la luz y de la sombra), con la que celebra los 50 años de la aparición de su primer disco. Aute advierte de que la velada, que sólo repetirá en un "contado" número de ciudades, se prolongará durante "algo más" de tres horas y que la misma incluye la proyección de su cortometraje de animación Vicent y el Gira Luna, dedicado, claro, a Van Gogh. Será, por tanto, el momento ideal para redescubrir en plenitud a un creador único, que también acaba de publicar una nueva entrega de sus poemigas y que además es objeto de estudio y análisis en una monografía recientemente presentada por Luis García Gil.

-¿Qué le convenció de que era una buena idea esta Gira Luna?

-Fundamentalmente, mis amigos. Esta gira es algo absolutamente inesperado. Lo que yo tenía previsto era sacar un nuevo disco, con canciones recientes, a finales del año pasado; pero un amigo me preguntó, como quien no quiere la cosa, cuándo publiqué mi primer álbum, y resulta que fue en 1966. Así que, después de que entre muchos me convencieran, hubo que parar todo lo relativo al disco, que ya estaba casi listo, y organizar una gira por el 50 aniversario.

-Las malditas efemérides.

-Exacto. Bueno, también estuvo el disco Giralunas, en el que eran otros los que hacían versiones de canciones mías. La cuestión es que entre todos me terminaron convenciendo. Eso sí, después me vi incapaz de hacer una lista de canciones para la gira, me resultaba imposible hacer una selección. Por eso pedí a algunos amigos que me mandaran sus propias listas. Al principio salieron unas cuarenta, y claro, eran demasiadas. Al final se han quedado en poco más de treinta, que tampoco está mal.

-En una entrevista anterior me apuntó que el disco nuevo se titularía El bosque no deja ver el árbol. ¿Mantiene este nombre todavía, o ha cambiado?

-No, se sigue llamando así. Lo que pasa es que como se siga retrasando será un doble álbum.

-En sus últimos años ha combinado usted la presentación de nuevas canciones con la revisión de su clásicos, en proyectos como el de los Auterretratos. ¿En qué medida una cosa lleva a la otra? ¿Volver a lo ya hecho sirve de fuente de inspiración?

-No, no tiene nada que ver. Siempre digo que las canciones vienen cuando vienen, y cuando tienes un determinado número de canciones, en un sentido más o menos coherente, pues vas y haces un disco. Pero lo de los Auterretratos es una historia distinta, decidí volver a grabar aquel centenar largo de canciones porque la editorial que las había producido perdió los derechos y pasaron a ser de mi propiedad. Así que me apeteció recrearlas con el fin de revisarlas, actualizarlas y mejorarlas.

-¿Se puede dar por terminada una canción?

-No. Nunca.

-El año pasado, en la Feria de Málaga, pasé por una caseta y vi a la gente bebiendo y bailando al ritmo de la versión de Al alba que hizo por bulerías José Mercé y que, por cierto, es magnífica.

-Permíteme que te corrija: la original es la de José Mercé, la versión es la mía.

-La cuestión es que recordé las circunstancias bajo las que fue escrita la canción y me hice una pregunta que ahora le transmito: ¿Cómo puede un tema tener un recorrido tan paradójico?

-Pues eso debe a que, al final, una canción es de todo el mundo menos de su autor. Esto es así. Sé que lo que voy a decir suena a tópico, pero yo me siento ya muy escasamente representado en gran parte de las canciones que he hecho. Si siguen ahí es porque a la gente les gusta, porque la gente las hace suyas. Porque son suyas, no mías.

-¿Y cómo vive después de tantos años la experiencia de los conciertos, ante públicos en los que se reúnen varias generaciones?

-Precisamente, para un proyecto como Gira Luna he intentado preservar las canciones con las que todavía me identifico. Me costaría salir a actuar de otra manera. La relación con el público siempre es muy especial en el escenario, en cada concierto se produce una magia distinta. Pero lo que pueda decirte no valdría para mucho, lo mejor es venir y comprobarlo.

-En cuanto a esa identificación, en algunas canciones como Siglo XXI y La guerra que vendrá se atrevió a hacer algunos vaticinios. ¿Siente que el tiempo le ha dado la razón en cuanto a una idea de país? ¿Que tal vez el cambio político que algunos pregonan tiene mucho de antiguo?

-A esto te respondería que sí, pero no. Aunque sí es verdad que hay canciones que podría haber escrito ayer, por las que no ha pasado el tiempo. Lo cual, claro, resulta bastante lamentable.

-¿Quizá lo más triste del presente es que era tan previsible?

-Seguramente hubo algún tipo de intuición cuando me puse a hacer canciones como las que citabas. Pero te contesto igual que antes: las canciones vienen cuando vienen. Ellas mandan. Lo que me gustaría es hacerte esta misma pregunta a ti, porque yo me siento tan perplejo como tú. No sé si hay cambio o no lo hay, porque no veo nada. Sí parece que hay algo parecido a un final de etapa, que la seguridad del sistema neoliberal hace aguas por todas partes. La percepción es la de un fracaso absoluto: se envían robots a Marte mientras miles de refugiados se juegan aquí la vida a diario. Es cierto que el socialismo histórico del siglo XX fracasó, pero es que lo que ha venido después también ha fracasado. Ahora vivimos una especie de postcapitalismo que nos conduce de cabeza al Medioevo, donde gobiernan los señores feudales que ganan mucho mientras los súbditos ganan muy poco y a la vez tienen que sostener a sus señores. No faltan cruzadas religiosas, ni siquiera epidemias, aunque sean prefabricadas. ¿Qué vendrá después? ¿Una era digital, más digital todavía? No lo sé. Lo único que sé es que esto no da más de sí.

-¿Corre hoy más peligro la belleza que en el 89, cuando cayó el Muro y usted le escribió aquella canción con sello de urgencia?

-La belleza no es hoy día un valor a tener en cuenta. Yo hice aquella canción cuando la hice porque estaba convencido de que el mundo era entonces muy feo, y de hecho estoy convencido ahora de que lo sigue siendo. Como valor, la belleza no tiene la más mínima cotización en los mercados actuales. Pero de alguna forma habrá que justificar la vida. Éstos son tiempos de una asfixia cultural insostenible, y no sabemos cuánto más podremos aguantar así. Cabe la esperanza de que el mundo funcione como un péndulo, aunque sea como el de Foucault, y que la belleza vuelva a importarle a alguien. Quién sabe.

-¿Alguna vez se ha sentido incomprendido por incluir a Dios entre sus obsesiones, como revelación manifestada en el sexo?

-Es que es imposible desatender a Dios. No se puede formular algo así como una teoría del ateísmo, porque en el momento que te acercas al teo ya estás refiriéndote a Dios. Pero el Dios al que me refiero no tiene nada que ver con aquel señor de las largas barbas blancas. Es más, los mayores enemigos de Dios son las iglesias. En cuanto a que la gente comprenda o comparta esto o deje de hacerlo, la verdad, me da exactamente igual.

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