Cultura

De los buenos principios

  • Sevilla ha comenzado con tardes de desencanto y sopor

De uso común es la conocida frase que no pide, precisamente buenos principios, para los hijos. Y si ello es tal, la presente Feria de Sevilla ha comenzado a pedir de boca. ¡Vaya tardes de desencanto y sopor! No olvidemos sin embargo cuanto quepa destacar, desde un punto de vista positivo. Así, la corrida de rejones con el triunfo incuestionable de Diego Ventura que abrió la Puerta del Príncipe.

El jinete luso-sevillano ha sumado a su facilidad para conectar con el público, una técnica cada vez más depurada, la madurez lógica de quien se va afianzando sin pausas y el reflejo del trabajo constante al que somete a una cuadra espectacular y sin fisuras. Lo vimos en La Malagueta en la matinal del Domingo de Resurrección y el jinete de La Puebla tampoco ha dejado pasar en blanco su primera comparecencia en el abono de marzo y abril. Tres orejas -se le pidió también con fuerza la segunda del primero de su lote- son un balance envidiable. Tampoco se quedó atrás, veinticuatro horas antes, el paso de José Pedro Prados El Fundi por el albero del coso maestrante.

Las tres primeras corridas toristas de la Feria, Palha, Cuadri y Cebada Gago han defraudado. Impecables de presentación han estado vacías de contenido. Sin apenas goterones de la casta y dureza que se les supone. Pese a todo El Fundi, que mató la corrida portuguesa, ha firmado una actuación que ya está por derecho en el cuadro de honor del ciclo. Al toro que abría plaza, que se empleó con reciedumbre y apretó mucho para los tableros le cuajó muletazos largos de impecable factura y con el cuarto, de embestida violeta y descompuesta, derrochó valor e hizo gala de un oficio encomiable. Una de las mejores estocadas que se van a ejecutar en toda la Feria puso fin a la labor del madrileño que paseó una merecida oreja.

Inició la cita sevillana de la primavera una novillada con reses de El Serrano de juego muy desigual. Cumplieron Antonio Nazaré y Oliva Soto y dejó buen sabor de boca Juan Luis Rodríguez. Con El Fundi dieron cuenta de los Palha -¿corrida interesante?- Jesuli de Torrecera -vulgar- y Luis Bolivar -voluntarioso-.

Abrió plaza el día 30 un Fermín Bohórquez -se lidiaron reses con el hierro de su casa- en la línea clásica de siempre, que acertó a cortar una oreja del cuarto. Pablo Hermoso de Mendoza -que ayudó a llenar la plaza- no atinó con los rejones de muerte. Cuarto festejo de la Feria. Sánchez Vara, Iván García y Fernando Cruz convocaron algo más de media plaza -el abono y poco más- y sortearon seis ejemplares de preciosa lámina con el hierro de Cuadri, parados, sosos y descastados. Tarde para olvidar.

Y tampoco, pese a sus inmejorables hechuras, los pupilos de Cebada Gago, cumplieron con cuanto se espera del hierro gaditano. Reses de variadas y hermosas capas que, apenas en los toros primero y sexto dejaron ver su encastada estirpe. López Chaves oyó dos avisos en el toro que abría plaza, Luis Vílches se arrimó con verdad al quinto pese a sus dificultades y César Girón cuajó tres buenas series con la derecha frente al sexto, el mejor toro.

Festejo sin apenas ocasión de lucimiento el sexto del ciclo. De nuevo seis toros de irreprochable presencia y de desesperante mansedumbre. Esta vez con la divisa charra de Valdefresno. Barrera salvó una actuación desdibujada en algunos tramos de la faena al cuarto. Tejela se mostró más firme que en su última etapa; especialmente frente a un complicado sobrero y El Capea firmó un par de series estimables por el lado derecho del tercero mientras el toro duró,

Y llegó Victorino. Y con sus toros se multiplicaron los hechos puntuales y desaparecieron la mansedumbre y la mediocridad. Corrida de excelente presentación en la que se mezclaron los fenotipos de Albaserrada y Santa Coloma y que no dejó a nadie indiferente. En el quinto la Presidencia se sacó de la manga una vuelta al ruedo.

Se despedía de La Maestranza Pepín Liria y lo ha hecho a sangre y fuego, fiel a su personaje falto de otras virtudes. Recibió al cuarto a portagayola, perdió las manos el toro, precipitó la suerte el espada como último recurso y resultó arrollado espectacularmente. Con la muleta sufrió otra cogida sin más consecuencias que la monumental paliza; y tras una entera ejecutada con arrestos, cortó una oreja y le pidieron la segunda como premio a las emociones vividas y a la tarde del adiós. Lo más destacado de la actuación de Antonio Ferrera hay que buscarlo en la ejecución de un par de banderillas por los adentros en el tercero de la tarde y en los naturales con los que condujo la encastada embestida del quinto. Y cerró plaza El Cid. El tercero embistió por derecho en el capote y en la muleta del diestro de Salteras quien acertó a decir el natural con temple y ligazón. Bajó la calidad del trasteo sobre la derecha y el uso de la espada más que una suerte fue una desgracia.

El viernes día 4 volvió a llenarse la plaza. Y hubo que reconocer hasta catorce toros para lidiar seis. El resultado fue una corrida desigual de presentación, con un lote excepcional y cuatro torrealtas deslucidos y desiguales de comportamiento. Javier Conde oyó sendas broncas tras dejar pasar una oportunidad única de poner boca abajo la plaza de Sevilla. Castella quiso y no pudo frente a un toro con genio y otro que se apagó. Y Talavante que, en ocasiones, da la impresión de estar "a falta de un hervor", no le cogió la medida al tercero y no entendió al sexto. La tarde fue para José Doblado, picador de la cuadrilla de Castella y los banderilleros Juan Manuel y Curro Molina.

La tarde de ayer los toreros estuvieron a cien codos por encima de los toros y el "marcador" del festejo señaló, al cabo, el corte de cuatro orejas que pudieron ser más. Reses de El Ventorrillo bien presentadas como viene siendo la norma general de la Feria. El toro que abrió plaza tuvo una embestida incierta y sacó muchas complicaciones. El Juli, con la cabeza clarísima, firmó una faena de gran mérito rematada con una estocada que mató sin puntilla. Y paseó con toda justicia una oreja. El cuarto, sin clase ni raza, se quedó debajo de los engaños y además de peligroso fue muy deslucido. El segundo pareció un toro de bandera mientras duró. Y la consecuencia fue una faena compuesta de redondos de impecable factura y de naturales con sabor hasta que Manzanares le obligó mucho y remató las suertes atrás. La estocada trasera y tendida redujo el premio a una oreja. El quinto, ayuno de casta, no se empleó y el espada hubo de limitarse a exponer. El tercero no transmitió y duró muy poco pese a lo cual Miguel Ángel Perera acertó a no quitarle el engaño de la cara para que no se fuera de las suertes y aún más, ejecutó como el mejor los pases de pecho. Al extremeño le faltó toro. Una estocada desprendida precedió a un aviso y al saludo desde el tercio. El toro que cerraba plaza, bien tratado por su matador, fue a mejor y duró más que ninguno. Perera hizo sonar la música llevando los muletazos a ras del albero hasta su final natural. Hizo la suerte suprema a ley y cortó dos orejas.

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