Calle Larios

Informe para Eugenio Chicano

  • Ciertas noches, en la calle Victoria, parece que va a salir de su estudio de vuelta a casa, como siempre, y que en el encuentro vamos a tener ocasión de ponernos al día 

  • Y que no falte

El paisaje va por dentro. Eso no ha cambiado, ya ves.

El paisaje va por dentro. Eso no ha cambiado, ya ves. / Javier Albiñana (Málaga)

No sé si decirte, Eugenio, que te has perdido lo más grande o que tampoco te has perdido tanto. Cualquiera sabe. El otro día hablaba con Mariluz, en la puerta de vuestra casa, y pensábamos los dos en lo que habrías pensado tú al ver la ciudad confinada, con todo cerrado y con todo el personal metido en su casa, sin procesiones y sin mucho que hacer en las calles desangeladas por un virus tan inoportuno. Coincidíamos en que habrías dicho algo ingenioso, entre el chiste y la melancolía, ese territorio en el que tan bien te mueves. Algo que sólo se te podría haber ocurrido a ti y que, por tanto, no se nos va a ocurrir en la vida a ningún otro. Por lo demás, ya ves. Ahora estamos abonados al teletrabajo a saco y ya bajo menos a la redacción, pero todavía, algunas mañanas que paso por la puerta del estudio, estoy tentado de llamar al portero para ver si estás y así subir y hablar un rato. Algunas noches, cuando vengo de regreso (tengo salvoconducto, no te preocupes), me parece verte todavía saliendo del estudio de vuelta a casa. Así te acompaño hasta Cristo de la Epidemia y nos ponemos al día. Pero no, ya sabes, los que somos del barrio tendemos a parecernos, como si el carácter se nos pegara al cuerpo, y casi siempre te confundo con alguien. Qué quieres que te cuente: está todo bastante triste, vas por la calle y ves mucha desesperanza, la gente cierra los comercios y los bares con un gesto que se te clava al alma. Pero al mismo tiempo ves a otros muchos con todo el ánimo y el empeño puesto en salir adelante, proponiendo proyectos e ideas, adelantando horarios para poder seguir adelante con sus cosas y cerrar antes de que den las seis, sin desfallecer, con coraje, sin dar tregua a la fatalidad. A menudo pienso en que ésta es la gente que ha sacado las castañas del fuego cuando más falta ha hecho, la que ha impedido que todo se fuera a la mierda en los tiempos más difíciles. De esto sabes tú más que yo, por viejo y por diablo, pero éste era un asunto que te gustaba tocar especialmente, la manera en que, cuando Dios aprieta, los cenizos y aprovechados se apartan muchas veces a un lado y los don nadies a los que habitualmente no se presta la debida atención son los que lo ponen todo en su sitio. Así que, por mucho que también te preocupara la situación, te imagino insistiendo en esto, una y otra vez, con tu obstinación cervantina y tu querencia teatral a dejar pausas largas después de cada sentencia lapidaria. Es curioso, miro ahora los últimos paisajes que pintaste y pienso en cómo, de alguna forma, al regalarnos aquellas colosales estampas abiertas, nos estabas preparando a conciencia para esto, para este tiempo de encierro en el que el paisaje nos ha sido arrebatado. Tú sabías bien que el paisaje va por dentro. Y nunca ha hecho tanta falta tenerlo presente.

Por no decirte que no, porque a ti nadie puede decirte que no, me vi metido en tales líos

Por cierto, lo de la torre del Puerto sigue adelante y nada, parece que tendremos el dichoso rascacielos más pronto que tarde. Ese mal rato te lo vas ahorrar, pero a los que seguimos aquí no nos va a quedar otra que asistir a la destrucción de ese otro paisaje. Todo muy bien pagado, claro, que en Málaga tampoco ha cambiado el asunto de la especulación y los necios siguen confundiendo valor y precio. Vale, perdona, no me pondré tan machadiano, pero no sé a qué viene tu reproche si aquí el primer machadiano eres tú. No te lo vas a creer, pero echo de menos que me encargues un pregón o un marrón de ésos en los que te gustaba meterme. Por no decirte que no, porque a ti nadie puede decirte que no, me vi metido en tales líos y ahora siento nostalgia de cuando veía tu número en el móvil y pensaba “a ver para qué coño me quiere ahora Chicano”. Claro, puestos a echar de menos, me duelen los cafés que ya no compartimos en el Samoa. Ahora lo han reformado y se ha quedado muy bonito. Lo del Nerva creo que lo sabes, se ha quedado estupendo con la ampliación. El otro día me dio recuerdos para ti Paco, el quiosquero. Irene hizo hace poco un trabajo para el colegio sobre los verdiales y adivina de quién nos acordamos los tres todo el rato. Tú, que siempre me dabas besos para mis mujeres, te partirías de risa al verme con la mascarilla puesta. Pues nada, seguiremos mientras nos dejen, como decíamos antes. Qué putada, Eugenio. Qué putada.

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