Cultura

La otra cara de Ismael Jordi

  • El tenor demuestra en el Tío Pepe Festival que lo suyo no es sólo la ópera, sino también los tangos y rancheras

Leonor de la Calle Jerez

Quizás Judas Iscariote se lo hubiera pensado dos veces de saber que, por traicionar hace siglos a Jesucristo, se perdería la noche mágica y llena de pasión con la que Ismael Jordi deleitó el pasado jueves a su ciudad. Por no merecerse tan privilegiado lugar, la bota de Iscariote reposa taciturna en algún rincón albergando tan sólo vinagre, mientras las de los apóstoles, incluido Matías -quien se hizo con su puesto también en esta ocasión-, acogían en la bodega que González Byass tiene reservada para esta santa comitiva el concierto que daba inicio al III Tío Pepe Festival. Ach! so fromm, un lamento por Martha, la ópera de Flotow que lleva el mismo nombre de la joven que robó la felicidad de Lionel, fue el aria con la que el tenor Ismael Jordi inauguró, junto a la pianista Lucía Moreno, la primera parte del recital.

Ataviado con traje oscuro y pajarita, prendas que le añadían aún más galantería y elegancia de la que los tenores, por su porte natural, suelen tener, Jordi prosiguió con la parte más operística del concierto, titulada Personas y personajes. Cantó la napolitana Tu, can un chiagne de Ernesto de Curtis y, antes de continuar con el repertorio, hizo una pausa para agradecer al público y la organización y para comunicar que el concierto estaba dedicado a la memoria de su amigo José Luis de la Rosa, fallecido recientemente.

Aunque la calidad vocal del tenor se había manifestado en las dos primeras arias, fue con Tombe degli avi miei, de la ópera Lucia de Lammermoor de Donizetti, donde la madurez y el aplomo técnico del artista deslumbró sin igual. Y de la Escocia de finales del siglo XVII trasladó a los asistentes hasta el Madrid romántico de mediados del siglo XIX con Por el humo se sabe, de la famosa zarzuela Doña Francisquita de Amadeo Vives, con una entonación limpia y una vocalización clara.

Durante el interludio, subieron al escenario de la bodega de Los Apóstoles los músicos Diego Villegas y José López, quienes interpretaron con la armónica y el contrabajo una conmovedora y apasionante versión de la obra Adiós Nonino de Piazzola.

Tras su actuación llegaron las otras músicas de Jordi, esas canciones que nada tienen que ver con la ópera pero que desde su infancia apasionan por igual al tenor. Sorprendió muy gratamente con la interpretación de los tangos de Carlos Gardel Nostalgias y El día que me quieras, obras cantadas al estilo lírico. Con En un rincón del alma de Alberto Cortez demostró que si éste es conocido como "el gran cantautor de las cosas simples", Jordi es capaz de que cantar parezca muy sencillo, ya sea ópera o incluso rancheras, como ocurrió cuando afrontó Ojalá que te vaya bonito y Volver, volver de Vicente Fernández.

Abrazado por los enérgicos aplausos del público, el tenor jerezano finalizó la primera parte del concierto y se dirigió a la bodega de Los Gigantes, donde continuaba el recital. La bodega de Los Gigantes, con sus peculiares columnas torcidas, se impregnó de las creaciones del compositor jerezano Manuel Alejandro. Ismael Jordi interpretó allí Procuro olvidarte y Se nos rompió el amor con una expresividad y fraseo lleno de intenciones justo antes de presentar a su invitado especial, el cantaor David Lagos, con el que interpretó La luz de tus ojos grises, de Antonio Gallardo y Nicolás Sánchez. La fusión de flamenco y canto lírico encandiló al público.

El concierto se desvió, durante un par de canciones, hacia el mundo flamenco con la interpretación en solitario de David Lagos de Alegrota, Romance de la monja y Granaína. Su desgarro habitual casaban a la perfección con los sonidos flamencos que la pianista sacaba a su instrumento. La última parte del recital, titulada El cantor de Jerez, la protagonizaron canciones de las zarzuelas El último romántico, La tabernera del puerto y la opereta El cantor de México. Aunque antes de interpretar No puede ser, de Sorozábal, se despidió del público, Jordi no dudó en volver al escenario para obsequiar a los asistentes con Pourquoi me réveiller, de la ópera Werther de Massenet, y Adiós granada de la zarzuela Los Emigrantes de Tomás Barrera, la cual interpretó junto a David Lagos, destacando el contraste de ambos estilos, lírico y flamenco, en una canción de suma belleza.

La velada continuó para algunos y el resto se marchó a casa habiendo aprendido algo nuevo: que el tenor jerezano no sólo es diestro en la ópera, sino que también sería un reconocido cantante de tangos, rancheras y hasta podría atreverse con el flamenco.

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