Cultura

chéjov, ese veinteañero

  • Páginas de Espuma inicia la publicación de los 'Cuentos Completos' del autor con un volumen que recoge sus creaciones entre 1880 y 1885 y muestra sus primeros destellos de genialidad

El relato Carta a un vecino erudito apareció, con un título distinto y considerablemente más largo, Carta del terrateniente Don Stépan Vladímirovich N. a su vecino el doctor Friedich, el 9 de marzo de 1880 en la revista La libélula. A su autor se le pagaron cinco kopeks por cada línea de aquella pieza, la misiva de un anciano a un intelectual que ha fijado su residencia en la zona y al que refuta sus ideas sobre la evolución. Aquella narración de un humor amable, en la que el autor no oculta sus simpatías por un personaje protagonista tan entrañable como patético, no parecía en principio destinada a ocupar el hueco en la historia de la literatura que sin embargo hoy merece: con ella se inician los Cuentos Completos de ese maestro llamado Antón P. Chéjov. La editorial Páginas de Espuma lanza el primer volumen -serán cuatro tomos de 1.200 páginas cada uno, y saldrá uno cada año, hasta 2016 en que el proyecto esté completo- de la obra de un autor esencial que pese a su influjo en las generaciones siguientes no había visto reunida en español el conjunto de su narrativa breve.

"Ha habido intentos, Aguilar publicó unos libritos que llamaban Cuentos Completos pero nunca se culminaron. Y en España hemos tenido antologías magníficas, conocemos bien las obras de Chéjov", expone Paul Viejo, escritor y especialista en literatura rusa que se encarga de la edición de estos libros. "Es sorprendente que no se hubiera ordenado y publicado todo el material, porque era una tarea muy grande, pero no imposible. Esto ocurre también en otros países: en Estados Unidos, por ejemplo, tampoco tienen una edición similar. Se ha editado un porcentaje muy alto de los cuentos, pero nunca se ha hecho sistematizado, con el propósito de que quede fijada ya por fin su obra", analiza Viejo. La empresa se revela colosal: ni el propio Chéjov logró localizar sus creaciones, repartidas por el mundo o perdidas en los fondos de las revistas, cuando quiso reunirlas; su autoría no está clara en algunos textos que se le atribuyen; el escritor frenó la difusión de muchas de sus ficciones con un criterio un tanto caprichoso. "Cuando le proponen publicar las Obras Completas con él aún vivo, él aprovecha esa revisión para ir diciendo: Éste que no se publique, éste nos lo saltamos... Unas veces con razón, y otras equivocándose mucho, porque dejaba fuera cuentos que hoy son vistos como clásicos. Hasta que a su muerte, en Rusia, por fortuna, empezaron a solucionar eso y a publicarlo todo con o sin su permiso", desvela Viejo.

Este primer tomo, que recoge los cuentos redactados entre 1880 y 1885, desbarata algunas imágenes estereotipadas que suelen asociarse al autor, como la de ese virtuoso en el arte de la sugerencia que, como una especie de elegido de los dioses, supo trazar con pulso certero la cartografía del corazón humano. No, aquí -resulta emocionante comprobarlo- aparece un escritor asombrosamente capacitado en el que conviven los destellos de genio con los lógicos balbuceos de quien está empezando. "No podemos olvidar que era un escritor que tenía 20 años", resalta Viejo. "Chéjov murió con 44 años [nació en 1860 y falleció en 1904], a una edad en la que ahora te incluyen todavía en antologías de escritores jóvenes. A veces eso se nos olvida. Nos quedamos con el Chéjov ya formado de La dama del perrito, con una técnica muy concreta que ha influido mucho, pero él hizo, es evidente, su camino". Lo sorprendente, prosigue este investigador, "es ver cómo se equivocaba pero cómo también estaban desde el principio muchos de los aciertos que él aprovecharía. Cuentos muy importantes como Se fue o El gordo y el flaco, que son clásicos y que apreciamos por la técnica, salieron así por casualidad, en ese período. Nosotros las teníamos como obras maestras perfeccionadas por el oficio, pero son creaciones de alguien que tiene unos 22 años y que estaba explorando". Chéjov, en todo caso, tendría pronto una visión madura, en la que "va prescindiendo de su realidad concreta y haciendo cosas cada vez más universales, que es lo que le ha convertido en un escritor al que podemos leer sin problemas más de un siglo después de su muerte".

En ese Chéjov primerizo en el que se advierte ya el enorme talento que le caracteriza, en el que se detectan ciertas habilidades innatas e intuiciones, se aprecia también un interés por escapar de las convenciones y medirse en la experimentación. Hay juegos deliciosos, de un humor ciertamente travieso, en este volumen: en Ejercicios veraniegos de la colegiala Nadienka N., compone un relato a través de los deberes de lengua rusa o de aritmética de una jovencita, en La oficina de anuncios de Antosha Ch. encadena algunas muestras de publicidad (un médico, una librería, una vidente), y en Los temperamentos describe burlón las particularidades de diferentes caracteres: el sanguíneo, el colérico, el flemático o el melancólico. Una modernidad de planteamientos que, señala Viejo, "llama la atención. Hemos visto a lo largo de los años cómo los autores jóvenes, los más atrevidos o los que quieren cambiar ciertas cosas estancadas empiezan a experimentar con la construcción formal del relato: hacen enumeraciones, listados de cosas, definiciones que van encajando una con otra. Eso lo hizo Chéjov con naturalidad. Decimos que él es el inicio del cuento moderno, pero sigue estando al nivel de lo que se hace ahora".

Otro cliché que le gusta desmontar a Viejo es el de esa "brevedad lacónica" de los cuentos de Chéjov: ese rasgo se debe a que había que ceñirse al número de caracteres que imponía la revista donde se publicaban. "Es llamativo: esa técnica que ha influido en tantos escritores, en tantas escuelas, venía de un accidente y de una necesidad, de la que por cierto Chéjov tampoco se lamentaba mucho. Daba la sensación, por su correspondencia, de que él aceptaba las reglas del juego. Que hay un cuadradito en una revista, pues aprovechaba ese espacio y punto. Y le sacaba partido", valora el responsable de la edición de este proyecto.

La posibilidad de conocer a Chéjov en el orden en que evolucionó también permite repasar las grandes traducciones de su obra en España. "A Chéjov se le ha traducido mucho, desde muy pronto. Él no conoció ninguna traducción al español en vida, pero sí tuvo luego suerte con sus traductores: era gente que partía del ruso con un buen dominio del idioma, y en muchos casos con una calidad literaria muy alta. Además, eso se ha repetido a lo largo de varias generaciones. Ahora", mantiene Viejo, "hay nuevos eslavistas que no van a dar la espalda a Chéjov: aún hay material que recuperar".

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