Crítica de Música

Un clásico en evolución

Uno va al Cervantes a ver a Wim Mertens casi como quien va a casa de un viejo amigo para comprobar cómo anda. Y resulta gratificante el modo en que la música de este hombre mantiene intacto su poder de evocación, su capacidad para trazar paisajes en una conexión emocional desde la armonía tan rotunda como maleable. Eso sí, que Mertens conserve una determinada impronta estética no quiere decir que la paleta de colores sea la misma de siempre. El músico se presentó ayer junto a una breve sección de cuerda y dedicó la primera parte de su concierto a su nuevo proyecto, Cran aux oeufs, un repertorio que toma prestadas diversas composiciones de sus discos Dust of truths, What are we, locks, to do? y Charaktersketch para trenzar un singular viaje que no desdeña lo onírico ni lo espiritual. La música de Mertens es aquí menos obsesiva, menos empeñada en buscar el tono y la forma, seguramente porque, a la manera de Picasso, se dedica, sencillamente, a encontrarlos. Lo más revelador es, no obstante, el modo en que el belga dialoga con algunos de los clásicos mayores de los que en su momento quiso distanciarse sin excesivo escrúpulo: los pasajes con mayor protagonismo pianístico se aproximaban ayer a menudo al trazo de Beethoven, mientras que cuando la atención recaía en el violonchelo y el violín (singularmente en un formidable tema sin piano) la huella de Bach era bien audible. No se trata, cuidado, de un repliegue, ni siquiera de una toma de postura distinta respecto a la tradición clásica; sí de la consideración de que esta misma tradición no está terminada y admite una continuidad en el presente. Es aquí donde Mertens afirma su evolución como compositor, convertido él mismo, quién lo diría, en clásico.

Eso sí, ahí estaba el canto de Mertens en su registro de contratenor para continuar abriendo puertas al tono allá donde éste menos se lo espera. La segunda parte devolvió al público al Mertens más audaz y conocido, el más afirmado en la cadencia, y el público respondió agradecido. Qué gusto, en todo caso, disfrutar de nuevo de la plenitud de este músico.

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