música

Un concierto de película o todo lo contrario

  • Más allá de su carácter festivo, 'Disney in Concert' es una excelente puerta de entrada a la música sinfónica para los públicos más diversos

Arturo Díez Boscovich con la Orquesta Filarmónica de Málaga, ayer, en el Teatro Cervantes.

Arturo Díez Boscovich con la Orquesta Filarmónica de Málaga, ayer, en el Teatro Cervantes. / JAVIER ALBIÑANA

Función matinal en el Teatro Cervantes, como antiguamente. La chiquillería todavía corretea a sus anchas por la plaza de Jerónimo Cuervo diez minutos antes de que empiece el concierto, pero dentro parece que ya no cabe un alfiler. Esto va de niños, por supuesto, pero también de los adultos que, por una vez, representan el papel de acompañantes. Eso sí, quienes se reparten la tortilla no son aquí padres e hijos sino, más bien, abuelos y nietos, como una oportunidad de confraternización para aquellas generaciones menos próximas. A tenor de las conversaciones, parece que nadie tiene claro del todo a qué ha venido: un mequetrefe con abrigo rojo que se empeña en propinar patadas al monumental bordillo de la plaza afirma que va a ver una película, mientras una prima sin edad para haber hecho la primera comunión le corrige con toda la seriedad del mundo, no, perdona, esto es un concierto. La magia de la noche de Reyes, de cualquier forma, ha venido por adelantado y cuando se apagan las luces el aliento se contiene en un puño. Lo que sucedió ayer, más o menos así, fue la primera de las cinco funciones programadas para este fin de semana en el Cervantes de Disney in Concert, el espectáculo que reúne a la Orquesta Filarmónica de Málaga, la actriz Anabel Alonso como maestra de ceremonias (en realidad, hábil cuentacuentos, organizadora, animadora, gestora de emociones y verdadera alma de la propuesta) y cuatro cantantes. El menú lo componen fragmentos de las partituras para películas como Mary Poppins, Piratas del Caribe, La Sirenita, Frozen, El jorobado de Notre Dame y La Bella y la Bestia, con imágenes proyectadas en la gran pantalla que preside en la escena. Y en el centro de todo esto, el director malagueño Arturo Díez Boscovich a la batuta, que se lo pasa en grande, metido en su salsa, para dar cuerpo y forma a un verdadero patrimonio musical de la humanidad: nuestro hombre dirige, baila, canta, se mete al público en el bolsillo y pone el teatro boca abajo en una celebración por todo lo alto de la alegría que brindan la música y el cine. Es decir, nada de chuflas. Esto es muy serio.

Mientras lidia con toda la paciencia del mundo las peticiones de la bancada (que, eso sí, guarda silencio unánime a cada envite de la orquesta), Anabel Alonso recuerda lo importante que fue siempre la música para Walt Disney en su trabajo. Más aún: fue la música la que le dio la clave para emprender una revolución en el cine de animación de tal calibre que aún continúa prolongándose. Y para llevar su empeño a buen puerto, tanto Disney como quienes tomaron el relevo tras él han puesto siempre al frente de sus bandas sonoras a los mejores compositores que Hollywood ha sido capaz de fichar. Por eso, servido así, Disney in concert es sobre todo un muestrario de las virtudes evocadoras de la música sinfónica, de su capacidad para construir paisajes, personajes, fábulas, ideas, viajes y conquistas. Las imágenes proyectadas sirven de perfecto soporte para la interpretación musical, sostenida por el buen hacer de las cuatro voces solistas pero, más aún, por el oficio de una Filarmónica cuyos maestros no dejaron de tocar ayer a lo largo de las casi dos horas de espectáculo y supieron sacar brillo a cada matiz. En la música de Disney el tono lo es todo, magnífico, rotundo, como un dios al que se rinde pleitesía y que crea mundos por doquier; y es ahí, en el tono, donde Disney in concert también sirve de puerta de entrada al mundo sinfónico para los públicos más diversos. Nada como un Supercalifragilisticoespiladoso antes de la Cabalgata.

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