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Flamenco

No es contemporáneo

  • José Luis Navarro culmina su 'Historia del baile flamenco' con un volumen dedicado a los montajes estrenados en la última década, como el de la malagueña Rocío Molina

José Luis Navarro García. Sevilla, 2010. Signatura Ediciones, 340 págs.

El volumen quinto y último de esta monumental Historia del baile flamenco está dedicado a los más jóvenes, los artistas nacidos en los años setenta y ochenta (algunos incluso en los noventa) y a los espectáculos estrenados en los últimos diez años. Una década prodigiosa con titulares de compañías tan jóvenes, auténticos niños prodigio, como Rafael Estévez (Huelva, 1979), Pastora Galván (Sevilla, 1980), Farruquito (Sevilla, 1982), Rocío Molina (Málaga, 1984) o Patricia Guerrero (Granada, 1990).

El sistema expositivo de Navarro es el mismo de sus entregas anteriores, es decir, una biografía exhaustiva del artista, con citas extensas de entrevistas, y algunas más breves de especialistas en este arte, y un breve análisis del estilo del creador-intérprete. Andrés Marín, Eva Yerbabuena, Israel Galván, Sara Baras, Choni, El Pipa, Rafaela Carrasco, Gabaldón, Amargo, Vargas-Brulé, Dospormedio, Nuevo Ballet Español y Liñán-Pericet-Flores protagonizan sus respectivos capítulos monográficos. Navarro García analiza minuciosamente cada uno de los espectáculos, las condiciones de su estreno, haciendo un resumen de su argumento, coreografías, músicas, etc.

Me gusta mucho la idea que repiten algunos de los artistas flamencos fundamentales de nuestro tiempo, en entrevistas reproducidas en esta obra, en el sentido de que lo que hacen "no es contemporáneo" (Rocío Molina). Efectivamente, así es. Sus coreografías, sus pasos, son una evolución desde un lenguaje estrictamente flamenco, como en su tiempo lo fueron los de otros innovadores como Mario Maya o Antonio Gades. Parten del repertorio tenido hoy por clásico (y que en su momento también fue innovador) para ir más allá (o más acá), por necesidades expresivas, pero siempre desde una misma actitud flamenca de entender el mundo y sus pasiones, sus alegrías, miedos, iras y tristezas. Una mirada profundamente flamenca en Galván y Rocío Molina, que coinciden en esta misma reflexión. Israel afirma que "soy flamenco y me siento muy flamenco". El flamenco, que ha respirado siempre de la atmósfera en la que nace y crece, y el aire de hoy es internet y lo audiovisual. No podemos hablar de fusión sino de asimilación de culturas del baile (y también de la literatura, el cine, el rock, el jazz, etc.), como siempre ha ocurrido en lo jondo, desde La Macarrona, o antes, con La Campanera, que en sus caderas sintetiza los bailes nacionales con la influencia francesa, siendo, sin embargo, la primera en interpretar el repertorio de bailes del país "a lo gitano". Ahí es nada.

Renovadores fueron Miracielo, La Cuenca, la primera en introducir el zapateado en la soleá, Pastora Imperio, La Argentina, Pilar López y los citados Maya y Gades. Eso sí, entonces la renovación no tenía vocación de vanguardia, esto es, de refutar lo anterior. En todo caso le ruego, por Dios, que no repita usted eso tan chungo de que "esto ya no es flamenco, es contemporáneo". Lo es en un sentido literal, de nuestro tiempo, pero no en el sentido de tendencias y estéticas, a no ser que hablemos, simplemente, de flamenco contemporáneo, que también lo sería Morente en el cante o Cano a la guitarra. Estrictamente flamenco. Existen dos tipos de talibanes de este tipo que te arrean con lo de "esto es contemporáneo", los que quieren encerrarlo (al flamenco) por dentro y los que quieren encerrarlo por fuera, desde una visión monolítica de algo que tiene muchas caras, como toda cosa viva. El flamenco es, los flamencos son, un animal, unos animales, en total libertad de concepción, creación, inspiración y ejecución. No me lo pretendan encerrar detrás de una valla, porque más pronto que tarde la va a saltar.

Cierto es que a esta confusión han contribuido en ocasiones los propios intérpretes. Algunos de ellos, hartos de sufrir los ataques indiscriminados de ese sector talibán de la crítica flamenca, han pretendido librarse de sus exabruptos diciendo que su arte pertenecía a otro género. Lo que no esperaban es que en ese otro género había talibanes igual de intransigentes, o más. Israel Galván y Rocío Molina, dos iconos flamencos de nuestro tiempo, lo tienen claro. ¿Que los flamencos también ven la televisión, navegan por internet, leen, van al cine y a otros espectáculos de danza, música y teatro, y que esto, naturalmente, como a cualquier artista, los alimenta, les da materia prima que luego digieren y devuelven en un formato estrictamente flamenco? Es lo natural, ¿no? También hay una colonia que vive fuera del tiempo. Pero eso es otra historia.

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