Habla, gesticula, ríe y es persona y personaje al mismo tiempo. Cuando María Barranco (Fuengirola, 1961) se sale del guión sigue siendo aquel torbellino malagueño bendecido por Almodóvar en Mujeres al borde de un ataque de nervios hace ahora veinte años. Estos días compagina la representación de Adulterios con el rodaje de La vida empieza hoy de Laura Mañá. Una profesión a tiempo completo que sobrelleva encantada. "Soy una mujer afortunada porque me dedico a lo que me gusta", sentencia.

-Ha trabajado en varias películas con Verónica Forqué como actriz, pero, ¿cómo lo lleva siendo ella la que la dirige?

-Estupendamente. Ella es encantadora pero a la vez es muy exigente. Es muy fácil tener un texto tan brutal como éste, que lo dices y funciona solo, pero hay que decirlo de verdad. Tú eres una marioneta a quien dirigen y los hilos no se tienen que ver. La cosa está en no interpretar tanto y ser más de verdad. Verónica me ha enseñado desde respirar y proyectar la voz hasta fumar. Yo fumo en la función, pero estoy acostumbrada a hacerlo más bien al estilo carretero y ella me enseñó a darle un toque más glamouroso.

-¿Cómo ha encarado el texto y su personaje?

-El texto es un regalo y mi personaje un bombón que me lo voy a comer aunque engorde (risas). Mi personaje es una psicoanalista muy deslenguada y contundente, que a medida que va pasando la función se va tomando más manhattan y dice lo que piensa. Y está muy bien cuando uno se quita los prejuicios, porque todos tenemos una pared que no nos deja expresarnos como queremos.

-Los textos de Woody Allen suelen encerrar una crítica ácida a la burguesía norteamericana, ¿en éste también?

-Éste es Woody Allen cien por cien con todos sus dardos envenedados y todos sus temas: infidelidad, judíos, psicoanálisis, todo mezclado con mucha acidez, muy rápido y brillante. Pero sobre todo habla de las inseguridades que todos tenemos, del miedo a envejecer, a que abandonen a una por otra más joven, y, sobre todo, a la soledad y a no aceptarte.

-Continúa con el rodaje de La vida empieza hoy de Laura Mañá, ¿de qué va la historia?

-Es una historia muy divertida y tierna que habla de la vejez. Estoy un poco harta de que parezca que las cosas en la vida sólo le pasan a los jóvenes, porque hasta que te mueres tu sexualidad va contigo. Y habla de eso, de un grupo de personas que asisten a un taller de sexo. Yo soy intérprete de sordos y hago un programa sobre el más allá. Además soy una hija muy pesada que su madre está loca porque se vaya de casa. Yo, con la edad que tengo (risas)...

-Ha demostrado durante veinte años que su vis cómica funciona, ¿para cuándo un drama?

-Ya hice un papel muy intenso en la anterior obra, Móvil, pero me apetece más hacer comedia. Para sufrir ya hay tiempo. Es una gozada estar diciendo algo y que la gente se ría. Con la crisis que tenemos hace falta reírse.

-Teatro y cine al mismo tiempo, ¿ha llegado al agotamiento?

-No paro. Pero para mí esto es un reto. En la obra sólo salgo apenas un minuto del escenario para cambiarme de ropa. Y el rodaje de la película me exige mucho esfuerzo. A veces me cuesta trabajo saber cómo me llamo [risas].

-El Festival de Cine Español Tánger Málaga distingue en esta edición a Loles León con el premio Hércules a su trayectoria, el mismo que recibió usted el pasado año...

-Me siento muy orgullosa. Espero poder estar allí con ella cuando le entreguen el premio. Es muy amiga mía y una grandísima actriz. Es una mujer sin dobleces, de una generosidad pasmosa. Y es casi de la familia. Mi hija le llama tía Lola, con eso te lo digo todo.

-¿Cómo se le presenta 2009?

- No me puedo quejar. Ya soy afortunada porque me dedico a lo que me gusta, un privilegio que no tiene todo el mundo. Pero la cosa está mal, por no decir fatal, y los primeros recortes suelen ser en cultura. Espero que esto se pase pronto para todos.