Arte

La crítica enmascarada

  • Noelia García Bandera presenta en Viñas una reflexión en carne viva sobre la condición femenina y su silenciamiento histórico, con una rabiosa simbología

Con Commedia dell'arte, Noelia García Bandera sigue situando a la mujer como eje de su obra. Vuelve a mostrar los intereses que guían su trayectoria, así como reformula y mixtifica muchos de los recursos estilísticos y lingüísticos con los que ha asentado su sólida, certera y crítica carrera fotográfica.

La artista lleva un lustro articulando su producción en series y algo menos desde que emplea a modo de indicio revelador un elemento de profundas resonancias simbólicas. Esta suerte de símbolo, en unión a la consustancial presencia de la mujer -especialmente mostrando su cuerpo-, le permite construir, a través de una fotografía escenificada, de flujo narrativo y metafórica, un relato fabulador de carácter denunciatorio en torno a los discursos de género e identidad, ámbitos fundamentales del arte último de los cuales, la artista, puede ser considerada como la fotógrafa joven andaluza que más sostenida y juiciosamente ha reflexionado sobre ellos. En esta ocasión, existe en algunas imágenes una convergencia con el camuflaje (recurso igualmente privilegiado en las estrategias del arte actual), cuestión que venía apuntando en series anteriores a través del mimetismo y que en ésta lo hace mediante la ocultación y anulación. Si en su anterior serie (Algo prestado) el vestido de novia era el leit motiv para cuestionar las imposiciones sociales y la aceptación por parte del sujeto femenino contemporáneo de muchas de éstas, ahora viene a ocupar ese lugar la moretta, una máscara de carnaval de la Venecia del XVI destinada a la mujer que tiene la particularidad de no poder ser prendida mediante lazos, sino sostenida por los dientes merced a un botón, con lo que el habla quedaba absolutamente impedida. García Bandera pasa de un símbolo de lo sagrado a otro de lo profano, del rito a la fiesta.

La moretta supone, en esencia, la manifestación de la valoración de la mujer por su físico y no por sus capacidades intelectuales articuladas mediante el lenguaje, una mordaza por la cual se ejercía abuso de poder y se la rebajaba y callaba, cosificándola y haciéndola desaparecer como individualidad y sólo mostrándola para la delectación masculina. Siempre he señalado como virtud en la obra de García Bandera una extraordinaria capacidad para extender la crítica a la propia mujer compartiendo con el hombre la responsabilidad de las situaciones criticadas, matiz insólito dentro de las propuestas de género o en torno a las problemáticas de lo femenino -no digamos ya en las propiamente feministas-. Sin embargo, en esta ocasión, y sin renunciar a esa autocrítica tan lúcida (como pudiera ser colocarse la mordaza y callar por comodidad como mujer pasiva), García Bandera consigue que en la mayoría de sus fotografías subyazca una irrenunciable e inconfundible carga crítica hacia la imposición de la moretta: metafórico silenciamiento de la mujer e imposición social.

Esa crítica nace de cierta compasión por esas enmascaradas que, ante todo, sometidas y no sólo silenciadas, se abandonan a su suerte ante la imposibilidad de expresarse verbalmente o, por el contrario, luchan denodada y agónicamente por comunicarse por medio del lenguaje corporal y gestual, el sustituto del habla. En cualquier caso, víctimas propiciatorias que aceptan sin remisión esa imposición o intentan vencerla haciéndose escuchar a través de la danza contemporánea (fabuloso resulta el políptico Katharina says) o de un piano, cuyas cuerdas vendrían a sustituir a las cuerdas vocales. Encontramos de este modo que la fotógrafa atiende a los gestos heroicos de resistencia tanto como a la impotencia y aceptación de este estado de cosas injusto. El material del que se nutre y nos presenta la artista no es -como vemos- el de las situaciones concretas (lo explícito y literal), sino el de las imágenes de una realidad paralela y metafórica construida por ella -todo un artificio- en la que opera con los sentimientos, sensaciones y estados -paroxísticos o no- de esas modelos que sufren la imposición de la máscara. A nosotros nos corresponde contextualizarlas en nuestra realidad más cercana y comprender la vigencia y capacidad que tienen para desenmascarar problemáticas sociales partiendo de un símbolo creado en el XVI.

Cautivan y perturban muchas de sus imágenes. La moretta logra animalizar a muchas de esas modelos, que, como en L'un-en-plus, agazapada como un animal fiel y sumiso mira a una instancia superior, un amo. No en vano, el lenguaje es el rasgo primordial que nos diferencia de otros animales, en su imposibilidad deviene la animalización En Suerte, la mirada de la enmascarada se nos clava; una mirada profunda, de tremenda contención que revela sumisión y auxilio mientras yace en la cama presta, tal vez, a su entrega como un sacrificio.

Junto a las fotografías, con Sonata muda, la artista debuta notablemente en la vídeo-creación, ya que consigue con precisión y sencillez trasladar al vídeo el sentido de la propuesta: una enmascarada interpreta con denuedo una sonata como sustituto de su voz; sonata que con el simple recurso de eliminar el sonido queda muda, como ella. Todo lo contrario que García Bandera, que no calla, aunque sea a través de las imágenes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios