Cultura

Un doble retorno a las raíces

  • Funambulista rescata a Soma Morgenstern, autor celebrado por Musil o Zweig

El rescate del escritor judeoalemán Soma Morgenstern (1890-1976) guarda alguna similitud con el de Sandor Márai. Como el recuperado autor húngaro, y a pesar de haber sido celebrado por Zweig y Musil como uno de los grandes de su generación, Morgenstern fue durante décadas un narrador olvidado. Nacido en una región (Galitzia oriental) donde se hablaban el ucraniano, el polaco y el yiddish, Morgenstern eligió la lengua alemana, que aprendió por deseo de su padre, para expresarse en su obra literaria. Conoció el esplendor de la Viena de entreguerras, donde alternó con lo más selecto de la sociedad literaria de su tiempo, pero se exilió del país tras la anexión de Austria y vivió todo tipo de peripecias -gran parte de su familia murió en el Holocausto- antes de cruzar el océano y obtener la nacionalidad norteamericana. Sólo a mediados de los noventa comenzó a publicarse en Alemania su obra completa. Entre nosotros, fue la benemérita Pre-Textos la que tradujo por primera vez al castellano un libro suyo, Huida y fin de Joseph Roth, donde Morgenstern rendía homenaje a su amigo muerto. A éste le siguieron -todos ellos están disponibles- otros dos títulos, Alban Berg y sus ídolos y el también autobiográfico Huida en Francia. Pero la trilogía a la que debe su prestigio como narrador, Destellos en el abismo, continuaba inédita hasta ahora.

El hijo del hijo pródigo (1935) es la primera de la serie, integrada además por Idilio en el exilio y El testamento del hijo pródigo, que serán asimismo publicadas por Funambulista. La acción de la novela transcurre en Viena, 1928, sede del Segundo Congreso Mundial de "judíos fieles a la ley" al que se trasladan delegados de todas partes de Europa. El protagonista, Alfred Mohylewski, es un joven "asimilado" que reside en la capital austriaca y recibe la visita imprevista de su tío paterno, delegado por Galitzia, el cual pretende aprovechar la estancia vienesa para encauzar a su sobrino en la senda de la ortodoxia. El padre, que había llevado en los últimos años "una existencia descarriada", ha muerto en la frontera rusa durante la Gran Guerra, de modo que a sus veintiún años, Alfred, el hijo del renegado, vive en la gran ciudad ajeno a la religión de sus mayores e ignorante de la peculiar historia de la familia. Estimulado por su tío, que pretende darle en heredad las tierras de su finca, inicia el camino de la conversión, el retorno a la fe de Israel de la que hasta entonces se había mantenido alejado. Sobre la parábola del hijo pródigo, es un doble retorno a las raíces lo que se plantea, pues se trata también del regreso a la tierra de origen: "tu país, aunque no lo hayas visto nunca". Es imposible desvincular la épica judeoalemana de la gran tragedia que estaba a punto de desencadenarse en el momento mismo en que fue publicada esta novela, testimonio impagable de todo un mundo, el de la emigración judía oriental, que tenía los días contados. Pero hay también humor, buenos personajes y una trama convincente, más allá del fondo piadoso de la historia. Musil, Roth, Zweig... y Morgenstern.

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