En la pista | Crítica

El cliché que pudo ser mordisco

Representación de ‘En la pista’ en el Teatro del Soho Caixabank.

Representación de ‘En la pista’ en el Teatro del Soho Caixabank. / Marilú Báez (Málaga)

La mejor definición de la comedia se la debemos a Carol Burnett: “La comedia es tragedia más tiempo”. La idea entronca bien con aquella otra asociación que hacía Woody Allen: “La comedia es una tragedia en la que los personas encuentran la forma de sobreponerse”. Y no hace falta citar a más cómicos americanos para recordar que salir del bache es una cuestión, ciertamente, de tiempo. Hay mucho de esto en On the piste, la comedia del dramaturgo británico John Godber estrenada en 1990 que ha tenido su primera producción española en el Teatro del Soho como En la pista. Godber lanzó su dardo más letal contra aquella nueva clase media alumbrada por el thatcherismo como última maniobra de destrucción de la clase obrera: una extracción social vacía, cobarde y rastrera con derecho a vacaciones en Austria para practicar esquí. En la versión de Ignacio García May, los que se van a Austria a esquiar son cinco españoles, dos parejas y una viajera solitaria, en un contexto social e histórico análogo: la acción transcurre aquí en los años 80, en una contextualización resuelta a base de referentes citados, de Terminator a Naranjito (y lamentablemente no bien resuelta: esos referentes siguen siendo plenamente significativos en la actualidad, lo que, por otra parte, invita a una reflexión interesante sobre la evolución cultural de España en este tiempo), en la que este quinteto de extracción social diversa vive sus particulares infidelidades, ilusiones y decepciones. La analogía está, digamos, cogida por los pelos: en los años 80, el perfil social que en España podía darse el capricho de irse una semana a Austria a esquiar no se correspondía precisamente con el de un empleado de un concesionario de coches o el de un tipo que se saca un dinero pinchando canciones en una emisora de radio de provincias los fines de semana. Igualmente, una pareja que conviviese durante más de una década sin casarse tampoco puede considerarse muy representativa de la España de la época.

Viene todo esto a cuento porque si en la obra de Godber la crítica social es clara y distinta, esta producción renuncia a morder donde más duele al situar al espectador frente a una construcción social difusa, difícil de situar y con la que muy remotamente va a reconocerse. Y es una pena, porque el filo de la navaja peterbrookiano entre comedia y tragedia se da con acierto, especialmente en el último tramo de la función (bien larga, con sus dos horas), con situaciones que pueden estallar lo mismo en un chiste que en un polvorín. Como alternativa, En la pista ofrece una producción descomunal, con una escenografía asombrosa que recrea al detalle una estación de esquí; así como, y esto es lo triste, una sucesión de clichés rancios al gusto del espectador televisivo que dejan de tener gracia demasiado pronto. A pesar del enorme trabajo del reparto (qué gran actor es Pablo Vázquez), En la pista se queda en un quiero y no puedo. No era sólo cuestión de tiempo.

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