Arte

La épica de la pintura

  • Medina Galeote vuelve a reflexionar sobre el hecho artístico a través del camuflaje en su exposición del CAC Málaga, donde la intención bélica adquiere un rango decisivo

La oportunidad de intervenir en el Espacio Proyectos del CAC Málaga ha permitido a José Medina Galeote seguir reflexionando sobre el hecho pictórico a través del camuflaje como principal estrategia. Estos asuntos le ocupan desde hace algo más de un lustro, tiempo en el que ha creado un estilo propio y una poética intransferible que lo distinguen, gracias a ese análisis meta-pictórico, de la mayoría de autores que, como él, toman el camuflaje como discurso central de sus producciones. En esta ocasión también se entrega decididamente a otro universo icónico como es el de la guerra, que hasta ahora había aparecido en su obra de modo aislado. Ambos, camuflaje y guerra, funcionan para Medina Galeote como metáforas de la creación artística. De hecho, el artista se reserva para sí, como reza el título, el papel de francotirador que, camuflado, amenaza con disparar, aunque sus armas son los útiles de pintor, principalmente el rotulador. Pareciese que cada trazo es un disparo -diríamos que pinta como aprieta el gatillo-, de modo que, como espectadores, o tal vez como blancos, quedamos envueltos por el fuego cruzado de su pintura, decenas de miles de trazos rojos, verdes y negros que se apropian de 280 metros cuadrados de las paredes de este espacio, convertido en verdadero escenario bélico. No resulta extraña esta metafórica proximidad entre arte y guerra y arte y camuflaje: los primeros en el peligro del arte engrosaron las filas de las vanguardias del siglo XX y fueron, precisamente, muchos artistas (Picasso o Penrose) los que aportaron numerosas soluciones al camuflaje militar.

La magnitud de esta intervención ha servido a Medina Galeote para llevar hasta el límite algunos recursos y cuestiones en torno al proceso pictórico y a las especificidades de la pintura (bidimensionalidad, planitud, ilusionismo o acabamiento y límites de la obra) a las que se venía enfrentando en soportes más reducidos como el papel y el lienzo. Tal sería el caso de la tensión entre la aparición y la desaparición, entre la revelación y la ocultación, entre el darse y no-darse de la representación, trasunto del conflicto entre lo abstracto y lo figurativo o cómo lo primero puede convertirse en lo segundo, esto es, cómo esas rayas curvas y contra-curvas, según su disposición -la modulación-, acaban por sugerir una forma conocida que se opone al fondo. La trama abstracta que ocupa todo el espacio parece por momentos fagocitar y querer privarnos de figuras y elementos reconocibles tanto como expulsarlos de su seno y hacerlos presentes. Pero la trama no solo es un ambivalente espacio abstracto de ocultación y revelación (de tanques, bunkers, aviones, soldados o alambradas), sino que ésta es generalmente paisaje, como denotan las cimas de montañas y vaguadas en las que se desarrolla la guerra a la que asistimos. En este sentido, Medina Galeote se nos muestra como un singular y extraordinario paisajista -sus pequeños paisajes aquí no expuestos resultan exquisitos-, reformulador del género y abigarrador heredero -como ya dejé escrito en una crítica hace tiempo- del siempre leve y etéreo Hernández Pijuan. Sin embargo, el paisaje no se describe únicamente con esa peculiar articulación de líneas que deviene aproximada vista de la naturaleza, sino que paralelamente los trazos parecen convertirse en las curvas de nivel de un mapa topográfico que describe la orografía. He aquí una manera dual -cartográfica/figurativa, cenital/frontal, científica/ilusionista- de que la pintura se haga paisaje. Y he aquí, también, otra cuestión fenomenológica cara al artista malagueño, su afán por convertir el espacio en superficie pictórica y, lo que es aún más importante, transmutar el espacio físico en pintura.

En el clímax de esta tensión representativa, Medina Galeote inserta en la pertinaz trama una serie de obras (dibujos sobre papel y lienzos con y sin bastidor), de modo que quedarían camuflados muchos de ellos. Éstos contienen expresiones verbales que sugieren, al modo de un palimpsesto, una narración superpuesta pero relacionada con el fondo intervenido; de un simple vistazo resulta imposible desligarlos o escindirlos de ese todo que los atrapa. La pintura actúa aquí de un modo caníbal, alimentándose de sí misma, devorando cualquier atisbo de figuración o cualquier elemento que ose diferenciarse de la intervención. En este punto cobran sentido la presencia de dos animales entre las líneas y el mundo bélico: la mantis religiosa y el camaleón, maestros del camuflaje y el mimetismo que parecen tendernos emboscadas, como si se tratasen de una metáfora del artista, que también puede engañarnos. Tanto la una como el otro tienen la facultad de camuflarse en el medio, de mimetizarse con él. Medina Galeote no los toma solo por su valor como metáfora visual del camuflaje, sino que le sirve para indagar en la idea de la disolución de lo concreto e individual (un elemento reconocible, la representación propiamente) en el espacio. Esto precisamente es lo que le ocurre a sus papeles y lienzos, que se expanden y disuelven en la trama general de los muros, constituyéndose en una suerte de pintura infinita, pues excede los marcos y límites físicos.

Sobrecoge la dimensión de esta intervención y lo épico del trabajo (o la guerra), y entendemos entonces que aquella vanguardista metáfora del artista como soldado que se enfrenta a los estrictos e inamovibles resortes académicos o al pensamiento burgués -épater le bourgeois era el grito de guerra- se resuelve aquí en otra metáfora más introspectiva: la creación como un conflicto interno del artista y una lucha consigo mismo. Pudiera ser también metafórico de esto esa tensión entre el camuflaje y la revelación, el ansia o la necesidad del creador por hacerse legible y comprensible sin entregarse completamente. Aun así no hablamos de un artista torturado -ni mucho menos-, sino de las contingencias y del misterio de la creación. Precisamente, Medina Galeote nos da noticias del proceso de esta intervención en las frases que aparecen en los 54 dibujos de la serie Doble o nada. Como si fueran una suerte de cartas desde el frente de la pintura, asistimos al cruce entre el artista, la persona y el figurado soldado; Medina Galeote se apoya en onomatopeyas, jerga militar, confesiones y pensamientos sueltos, desde evidentes a herméticos, para compartir la ansiedad, desvelos, retos, amenazas, riesgos y el temor que presidieron las jornadas en las que intervino las paredes del CAC. Relato paradigmático de la unión arte-vida, de cómo la práctica artística puede comprometer la vida tanto como nutrirse de ella.

José Medina Galeote. CAC Málaga C/ Alemania, s/n. Hasta el 3 de abril.

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